“El pastor llama a cada oveja por su nombre”
Hech 11, 1-18; Sal 41; Jn 10, 1-10.
En estos días estamos leyendo textos pascuales hermosísimos de la Iglesia naciente. Llama la atención que la Iglesia vive impulsada por el Espíritu. “El Espíritu y nosotros hemos decidido”, “el Espíritu le impidió ir a…», “el Espíritu lo llevó a…»; un trabajo en común discípulos y Espíritu.
Así es la vida de Santa Luisa de Marillac: una mujer conducida por el Espíritu Santo en una respuesta amorosamente libre, en un diálogo de persona a persona con Dios Trinidad.
Quiero transcribir un párrafo que ella escribió en 1657, preparándose para recibir el Espíritu Santo en Pentecostés y que creo retrata su personalidad y su obra: “Mi oración ha sido más de contemplación que de razonamiento, con gran atractivo por la Humanidad santa de Nuestro Señor y el deseo de honrarle e imitarle lo más que pudiera en la persona de los pobres y de todos mis prójimos, ya que nos ha enseñado la caridad para suplir la impotencia en que estamos, de rendir ningún servicio a su persona.” Luisa, impulsada por el Espíritu está centrada, enamorada de Jesús Dios y Hombre. Y como no puede honrarlo tangiblemente en su Humanidad, lo hace entusiasmada sirviéndole en quienes él habita, es decir, en los pobres.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: María Luisa Fuentes Quesada HC
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