En enero de 2020 se reunieron en Roma los Superiores generales y Presidentes de las más de 160 ramas de la Familia Vicenciana, y el P. Tomaž Mavrič, Superior General de los Misioneros Paúles y de las Hijas de la Caridad, en su carta con motivo de la fiesta de san Vicente de Paúl escribía que “uno de los temas tratados fue la Alianza Famvin con las personas sin hogar, de la que forma parte la Campaña 13 Casas… que debe ser promovida sin reservas en el seno de la Familia vicenciana”.

A España llegan migrantes huyendo de la guerra o de la miseria económica. Algunos alcanzan cierto bienestar y hacen el papel de llamada a otros muchos. Lo vemos en los migrantes que ocasiona la guerra de Ucrania y en tantos africanos que mueren en el mar de Alborán en su intento de llegar a Europa y, si llegan, muchos quedan abandonados, abocados a vivir en la calle. Las ramas de la Familia Vicenciana se enfrentan al cometido de ofrecer sus locales para acoger refugiados, sin distinción de origen, pues se dice que los refugiados de Ucrania son atendidos mejor que los africanos.

Las secuelas de la Guerra de Ucrania y de la miseria en zonas de África es salir, huir, desoyendo la divisa anti-contagios del coronavirus no salgas, quédate en casa. Y los “sin techo” ¿en qué hogar se pueden quedar?, ¿bajo un puente?, ¿en los portales cerrados? En la actualidad los “sin techo” no solo son los que duermen en la calle; los “sin techo” son también muchos migrantes, los que no tienen un hogar digno, los ancianos que viven solos y no pueden salir con los amigos o los que en las residencias se sienten sin familia porque no reciben visitas en época de epidemia; “sin techo” viven las familias que tienen una vivienda reducida, agravada si ha perdido el trabajo uno de los dos cónyuges o los dos. Encerrados veinticuatro horas con los hijos, ejerciendo de padres, maestros y compañeros de juego, porque las guarderías y las escuelas se han cerrado.

Si el testimonio es evangelizador, las comunidades de los padres Paúles y las de las Hijas de la Caridad deben ser un hogar que provoque a la gente a hacer de sus viviendas unos hogares, al ver que las Hermanas viven unidas, se toleran unas a otras y no son más que un corazón en Jesucristo, sirviendo de edificación a todo el mundo, decía santa Luisa de Marillac (c. 611). Si en las comunidades viven la cordialidad de amigos/as, serán un ejemplo para los jóvenes obligados a vivir con los padres por culpa del paro, y un modelo de cómo construir hospedajes para vagabundos sin familia, aunque haya que cambiar las estructuras y el estilo de vida según los lugares y los tiempos.

Cuidado especial necesitan las mujeres víctimas de la guerra de Ucrania. San Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac no abandonaron a las refugiadas de su tiempo. Ante el empuje del ejército español en Picardía y durante la revuelta de la Fronda, la gente huye de sus casas y se refugia en París, especialmente las mujeres, carnaza sexual para los soldados de cualquier bando. San Vicente y santa Luisa, ayudados por las Damas de la Caridad (AIC), procuraron que no cayeran en manos de la soldadesca ni en la prostitución, acogiéndolas en conventos y residencias, como hogares seguros.

Estas chicas pueden ser futuras Hijas de la Caridad y fuente de vocaciones. En 1630 san Vicente encargó a santa Luisa preparar a unas jóvenes para asistir a los pobres. Tres años más tarde un grupo de estas jóvenes se pusieron a vivir juntas en comunidad. Aunque santa Luisa y san Vicente (SL. c. 191, 231, 393, 627…) consideraron el nacimiento de la Compañía de las Hijas de la Caridad desde el momento en que Margarita Naseau comenzó a servir a los pobres, las Hermanas, muertos ya los fundadores, consideraron que la Compañía comenzó a existir el 29 de noviembre de 1633, día en que se reunieron para vivir en comunidad, como en un hogar, y así lo expuso el biógrafo de santa Luisa, Nicolás Gobillon.

Benito Martínez., C.M.