Para mí, la palabra más invocada cuando uno reflexiona y participa en la llamada a la sinodalidad en la Iglesia actual es «escuchar». El «caminar juntos» que describe el carácter de la sinodalidad presupone la capacidad y la voluntad —incluso el afán— de invitar y responder a la experiencia de todos los cristianos. Un énfasis particular dirige nuestros oídos a aquellos que a menudo pueden pasar desapercibidos e infravalorados.
Los documentos escritos para guiarnos en este iniciativa comienzan sistemáticamente con la instrucción de escuchar la Palabra de Dios y entregarse al impulso del Espíritu Santo. El Evangelio de la Transfiguración incluye la escena en la que la voz del cielo dirige a los discípulos:
«Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle» (Lc 9,35).
Más adelante en los Evangelios, Jesús promete al Paráclito y destaca su papel de guía:
«Y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros […]. El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Jn 14:16-17, 26)
Así pues, la primera escucha que se nos pide tiene que ver con nuestra disposición a ser instruidos por la Palabra de Dios y guiados por el Paráclito de Dios. El documento fundacional de la Comisión Teológica Internacional, La sinodalidad en la vida y la misión de la Iglesia (ITC), prescribe que «antes de escucharse unos a otros, los discípulos deben escuchar la Palabra» (ITC 109c).
Con este punto de partida, los documentos nos dirigen a una amplia gama de personas y grupos que deben prestar atención a sus cargos:
- Los pastores deben escuchar atentamente los deseos (vota) de los fieles (ITC 68);
- Los teólogos deben desarrollar su capacidad de escucharse mutuamente, de dialogar, de discernir y de armonizar sus múltiples y variados enfoques y aportaciones (ITC 75);
- Un obispo debe escuchar a sus sacerdotes, consultarlos y dialogar con ellos (ITC 81);
- El Sínodo de los Obispos debe escuchar más ampliamente y con más atención el sensus fidei del Pueblo de Dios (ITC 100);
- El Pueblo de Dios debe escucharse mutuamente, y especialmente a los marginados (Para una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión [PD] 1.3)
Se podrían revisar los numerosos documentos que tratan del Sínodo e identificar numerosos valores que nos llaman al diálogo (discernimiento comunitario [ITC 114], el camino ecuménico [ITC 103], las decisiones pastorales [DP 1.3], etc.). Entre los grupos más importantes a comprometer están los jóvenes y los «nones». Como vicentinos, también pondríamos las voces de los pobres en lo alto de la lista de interlocutores.
Una cosa está clara: «Una Iglesia sinodal es una Iglesia que escucha (…) Pueblo fiel, Colegio episcopal, Obispo de Roma: cada uno escuchando a los otros; y todos escuchando al Espíritu Santo» (ITC 110). Durante todo este proceso, pidamos al Señor que abra nuestros oídos y nuestros corazones, así como nuestras mentes.
Excelente reflexión Gracias P Patrick