“Amen a sus enemigos…”
Dt 26, 16-19; Sal 118; Mt 5, 43-48.
«Y oren por quienes los persiguen”.
Jesús sigue llevando más allá de lo imaginable la antigua ley. No cabe duda que es un maestro exigente: “Amar a los enemigos”, ¿quién se puede atrever a pedir tanto a sus discípulos? Solo alguien que lo ha cumplido al pie de la letra y que lo cumplirá hasta el final (“perdónalos, porque no saben lo que hacen”).
Al hablar de amar a los enemigos, pienso que Jesús no se está refiriendo a la conciencia amistosa o a un sentimiento de cariño especial frente a quienes nos desean el mal o procuran hacernos daño; no podemos hacer que ellos nos acepten y nos quieran. No tenemos control sobre los sentimientos de los demás. Pero sí lo tenemos sobre nuestros propios sentimientos. Odiar o guardar rencor hacia alguien es decisión nuestra, es nuestra opción. De esta manera, podemos renunciar a ser nosotros enemigos de alguien y a desearle o procurarle el mal. Podemos optar por pensar en el bien de los que nos consideran su enemigo, hacer lo que sea bueno para ellos y lo que pueda contribuir a que vivan mejor y de manera más digna. Esto sí está en nuestras manos, es posible, y esto es lo que nos pide Jesús.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón S. C.M.
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