San Vicente propone una atractiva moral de virtudes. Trabajó muchas, pero históricamente la Familia Vicenciana se centró en seis o quizás siete de ellas. ¿Y las demás? Bueno, aquí les presento otras tres un poco menos trabajadas. Así que vamos a explorar juntos. Al explicarlas en san Vicente de Paúl uno su doctrina con algunas anécdotas. Finalmente, hago una pequeña actualización, para que puedan ser vividas por las personas del siglo XXI. Es decir, analizo el vicencianismo y propongo un cierto neovicencianismo.

Analizando estas tres virtudes trabajadas por Vicente de Paúl, descubro que él creía en las energías salvadoras del cristianismo. Era un hombre enamorado de Jesús. Perteneció a ese grupo de personas que son testigos de la verdad y realizadores del amor. En su época señaló lo valioso que era comprometerse con Cristo y con los pobres.

Coincido con el genial Chesterton que un santo es una medicina y un antídoto. Lo es porque restaura la salud ética y religiosa de una sociedad. De alguna manera, cada generación tiene al santo que necesita. Y la convierte el santo que más la contradice, por eso es un antídoto. En el siglo XVII el cristianismo se apartó del pobre. Lo ayudó a convertirse un cristiano que les contradijo mostrándoles la centralidad del pobre. Pero no los impugnó peleándose, sino mostrando de qué manera esa acción tenía sus bases en Jesús. San Vicente, sólido y de cabeza firme, sigue siendo significativo, ya que su mensaje es vigente como medicina y como antídoto.

Proponía la virtud como un remedio casi universal. Y no se equivocaba. Es por eso que señala lo valioso de practicar la serena disponibilidad, la prudencia y la misericordia. También nos enseña que para actuar así debemos volvernos hacia el Hijo de Dios: “Le pido a Nuestro Señor, que nos ha dado ejemplo de estas virtudes, que le conceda esta gracia”.

Como vicentinos nuestra virtud central será la caridad. Pero ella moviliza a muchas otras para que nuestra labor ser fecunda. Aquí estudiamos estas tres que permiten a la caridad extender su acción.

Repensar las diversas virtudes que propone nuestro autor, da herramientas al hombre y a la mujer de hoy para realizar su potencialidad espiritual, ganándonos el don de la libertad y la madurez. También nos abre a lo social, ayudándonos a conseguir una sociedad floreciente, gobernada por leyes justas, libremente decididas por el pueblo. La práctica de la virtud ayuda a preparar gente de talla y a elegir personas de valor. En el pensamiento vicentino toda virtud tiene su costado social, orientado al bien común.

Les propongo asimismo, un libro donde la investigación exigente no se opone al gozo de la lectura. También espero que las preguntas que les hago al final de cada capítulo les sirvan para personalizar el escrito. Creo, el igual que Marcel Proust, que “cada lector es, cuando lee, el propio lector de sí mismo. La obra del escritor no es más que una especie de instrumento óptico ofrecido al lector para permitirle discernir lo que, sin ese libro, no hubiera podido ver en sí mismo”.

Les deseo a cada uno de quienes lo lean que en la enseñanza vicentina encuentren (según su propia necesidad y adversidad) alivio y prudencia, misericordia y serenidad. Que hallen elementos que les permitan obrar para el contento de Dios, el servicio del pobre y la paz personal, ya que toda meditación seria acerca de las virtudes nos lleva de lo irreal a lo real, de las tinieblas a la luz y de la muerte a la vida.

Autor Andrés R. M. Motto, CM

Publicado en Madrid. Por la Editorial La Milagrosa. En 2022.
Pedidos en http://editoriallamilagrosa.net/album-de-fotos/familia-vicenciana/serena-disponibilidad-prude.html