“A vino nuevo, odres nuevos”
1 Sam 15, 16-23; Sal 49; Mc 2, 18-22.
El Evangelio de hoy nos habla del ayuno. En todas las religiones se encuentran preceptos relativos al ayuno. ¿Por qué las religiones imponen nomas de privación?
Porque, con frecuencia, presentan a un dios que se complace en que sus fieles se priven de lo que les agrada, quedando claro que su dios está antes que los gustos y placeres de la vida. Jesús rompió con este tipo de prácticas; para él, Dios no se antepone a la vida, ni entra en conflicto con la vida de nadie, ni soporta que la gente se imponga sufrimientos con la ingenua idea de que así se acerca más a lo divino. El Padre del que nos habla Jesús, quiere que seamos felices y disfrutemos de la vida.
Ahora bien, dicho todo lo anterior, también hay que tener en cuenta que, en la actualidad, la economía mundial está muy mal organizada: mientras una minoría vive en la abundancia, muchos seres humanos no tienen ni lo mínimo indispensable para vivir. Ahora mismo, por ejemplo, hay más de mil millones de criaturas humanas que no pueden ni subsistir con las calorías que ingieren cada día. Estando así las cosas, Jesús quiere que nuestro ayuno sea compartir mejor la riqueza mundial, ser sensible al sufrimiento de los más desamparados. En eso tiene que consistir nuestro ayuno.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Francisco Javier Álvarez Munguía C.M.
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