Nosotros los miembros de la Sociedad de San Vicente de Paul que visitamos las casas de los necesitados podemos poner el dedo en sus llagas, podemos tocar la corona de espinas, porque EL es el pobre.
Y no hacemos nada por cambiar este mundo que cada día, es más despreocupado de los que nada tienen. Y no hacemos nada por cambiarlos, por conversarlos, por mostrarles la frialdad de sus vidas, y que ser caritativos les dará la única felicidad que no poseen.
En esta Navidad nos vamos a la iglesia, únicamente los domingos y nos vestimos elegantes y allí nos hacemos más contemplativos. Hacen ayuno, pero no se acuerdan de los que ayunan todos los días porque no tienen que comer.
Por favor, en estos días de la recordación del nacimiento de Dios, ayuden a un necesitado y estarán directamente en Belén, arrodillados en el establo, viendo la sonrisa de nuestro redentor.
Recuerdo hace muchos años estaba yo en un pueblito de nuestra América y el cura del pueblo como sabía que yo era de la Sociedad de San Vicente de Paul, me dijo:
—¿Que le parece Don Víctor si invitamos a los pobres a que vengan a misa en Navidad?
—Me parece excelente, yo les regalaré algunas cosillas que siempre traigo en mi equipaje.
Estábamos en la sacristía y a pesar de que era la hora de la misa, solamente había dos o tres pobres en la iglesia.
No le dije nada al Padrecito y Salí afuera y puse un cartel que decía: “LOS QUE COMPARTAN CON NOSOTROS ESTA MISA SERÁN INVITADOS A ALMORZAR EN LA FONDA DE LA ESQUINA Y TAMBIÉN LES DAREMOS REGALOS” Me regrese inmediatamente a la iglesia y ayude al Padre en la liturgia en medio de ella, el padre estaba feliz porque la iglesia estaba llena. No sé como pagaría la cuenta el padrecito pero lo que si se, es todo lo que me dijo.
Esta es una acción en Navidad, claro que no quiero decir que paguen un almuerzo a todos los necesitados que están a su alrededor; pero compartan con ellos un poco de lo que ese Niño que nació y murió por nosotros les regala todos los días.
Por Víctor Martell
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