“Vayamos con alegría al encuentro del Señor”
Is 2, 1-5; Sal 121; Mt 8, 5-11.
Empezamos el Adviento con una proclamación misionera y universal. El profeta, que ve la historia desde los ojos de Dios, anuncia la luz y la salvación. Jerusalén será como el faro que ilumina a todos los pueblos. El plan de Dios es formar una Iglesia, un nuevo pueblo; busca
purificar a los hombres de sus faltas, limpiar sus manchas, protegerlos del calor del día como una nube refrescante, y de noche guiarlos como una columna de fuego.
Lo que el profeta había anunciado, lo cumple Jesús. Él es la verdadera luz, el vástago que esperaba el pueblo de Israel, el Mesías que trae paz y serenidad, la Palabra eficaz y salvadora que Dios dirige a la humanidad.
Dios quiere salvar a todos, sea cual sea su condición o su historia personal o comunitaria. Por ello el faro es la Iglesia, la comunidad de Jesús, que anuncia al mundo la Buena Noticia del Evangelio.
Concédenos, Señor Dios nuestro, permanecer alertas a la venida de tu Hijo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Seminaristas del Seminario Vicentino de Tlalpan, Ciudad de México
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