Oración:
Dios Padre, que nos infundiste de nuevo la Esperanza con tu Hijo Jesús y en su nacimiento nos has devuelto la alegría que habíamos perdido a causa del pecado. Hoy te pedimos que, junto a la Santísima Virgen, Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, nos enseñes a caminar construyendo tu Reino; que nuestra historia esté llena de la esperanza del Evangelio para anunciar a los cautivos la libertad, a los pobres su liberación y a todo hombre y mujer el gozo de la Buena Nueva de Nuestro Señor.
Llenos de una confianza renovada nos presentamos ante Ti sedientos de tu Palabra. Que al meditar día a día en esta novena, podamos abrir nuestro corazón a la gracia de la conversión, y que siendo discípulos y misioneros de Cristo y María podamos predicar con un testimonio de vida coherente. Ayúdanos a llevar la Medalla Milagrosa como guía de nuestro caminar. Amén.
Padrenuestro.
Gloria.
Oración a la Virgen María:
Madre de la Esperanza, la fe que te iluminó y la Palabra en la que creíste nos acompañe en esta novena que dirigimos en tu honor bajo la advocación de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. Que todos reunidos entorno a tu Hijo podamos recuperar la frescura del Evangelio y anunciar con gozo la esperanza a un mundo dividido por las discordias.
Tus rayos nos infunden la seguridad de que nuestra historia está confiada a la misericordia de un Dios que nos ama y que nos ilumina constantemente en las noches oscuras y dolorosas de nuestra vida. Hoy más que nunca gritamos al cielo implorando un nuevo renacer; que Tú nos ayudes a germinar en nuestros corazones la Palabra de Nuestro Señor y a anunciarlo vivo y resucitado entre nuestros hermanos. Amén.
– Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti. Dios te salve María…
Gozos:
Respuesta: puede ser el estribillo de una canción o la jaculatoria (Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que acudimos a ti.)
Madre Milagrosa, de ternura y compasión
que haciendo historia de salvación
vas caminando siempre con tu pueblo
que a ti clama en la aflicción.
En mil ochocientos treinta,
en Francia, Calle del Bac,
auna pobre novicia,
la virgen santa se apareció.
Eran vísperas de San Vicente,
noche silenciosa de julio,
cuando la Madre dejó su trono
y en una pequeña capilla se presentó.
Siendo la media noche
un Ángel se apareció
para darle un anuncio
de parte de la Madre de Dios.
Las luces se iban prendiendo,
las puertas se iban abriendo
y al llegar a la capilla la hermana ansiosa la esperó.
La voz del cielo anunciaba
que la madre llegó.
La sede sacerdotal
con humildad ella ocupó.
La hermana Catalina
sus manos colocó
en las piernas de la Madre
y misión ella le encomendó.
En una mañana de noviembre
los sentidos no lo percibieron
pero un corazón atento
nuevamente a la Madre observó;
las insignias de la medalla
que Catalina vio, se han convertido
en fuente de milagro y amor.
“Haz acuñar una medalla”,
la Virgen le pidió
para ser portada por los fieles
con gran devoción.
Madre Santa, tu gran Medalla
es emblema de tu amor,
hoy nosotros la portamos
en señal de filiación.
Sea por Jesús, sea por María,
sea por el ejemplo de los santos que nos guían.
Y que por la Medalla Milagrosa
alcancemos la gracia de convertir
nuestros dolores en alegrías.
SÉPTIMO DÍA
María en la espera en medio del dolor
Letra: O- Oír o escuchar. La actitud de María frente al Evangelio fue de atenta escucha, guardaba todas las cosas en su corazón. En este proceso también acudimos a escuchar aquellos que gritan en medio de los dolores de este mundo.
Signo: En un lado colocar imágenes de personas tristes y la imagen de Jesús crucificado, al otro lado imágenes de personas alegres y la imagen de Jesús resucitado, en la mitad la frase: María nos invita a perseverar en medio del dolor.
Comentario inicial: el día de hoy en la novena vamos a meditar cómo la Santísima Virgen María persevera en pie, incluso en los momentos de dolor y de sufrimiento; Ella sabe transformar cada momento de su vida en un oasis de esperanza para quienes la rodean, consolando incluso a los discípulos de su Hijo en los momentos de fuerte turbulencia.
Lectura del Texto Bíblico: Juan 19, 25-27
“Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa”. Palabra del Señor, gloria a Ti Señor Jesús.
Reflexión:
María como Madre de Jesús, experimenta y atestigua la grandeza de la existencia de su Hijo. Grandeza que tiene momentos de intensa alegría como lo fue su nacimiento, pero también de profundo dolor, como lo fue su muerte. María ha sido testigo del camino recorrido por Jesús, desde Galilea hasta Jerusalén ha permanecido fiel, es por eso que ella no solo es Madre, sino discípula.
El caminar con Jesús le ha hecho ver que la Salvación que Dios da toca todas las situaciones de la humanidad, incluso las más dolorosas, como la muerte. Ella se mantiene de pie junto a la Cruz, porque puede ver más allá, sabe que todo no termina ahí, al contrario, la Cruz es la oportunidad para la vida que continúa en Dios gracias a la Resurrección.
En la Medalla encontramos la Cruz y la M íntimamente ligadas. Comúnmente lo hemos identificado como la presencia de María en el nacimiento y muerte del Señor, pero también podemos referirnos a la misión esperanzadora de la Iglesia que acompaña como verdadera madre a todos sus hijos e hijas que aún siguen siendo crucificados fruto de la violencia, la injusticia y el odio.
Actividad en grupo:
- En tu país, ¿Qué actitudes de odio hace que los cristianos sean crucificados?
- Cada uno puede responder: ¿En qué momentos dolorosos ha sentido de manera especial la presencia de la Santísima Virgen María?
- ¿De qué manera la Medalla Milagrosa puede ser un signo de resistencia ante los ataques del mundo de hoy?
Oración final:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María!
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Oremos: Omnipotente y sempiterno Dios, que con la cooperación del Espíritu Santo, preparaste el cuerpo y el alma de la gloriosa Virgen y Madre María para que fuese merecedora de ser digna morada de tu Hijo; concédenos que, pues celebramos con alegría su conmemoración, por su piadosa intercesión seamos liberados de los males presentes y de la muerte eterna. Por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.
Descargar la Novena completa pulsando sobre la siguiente imagen:
Fuente: https://www.corazondepaul.org/
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