“Vio una viuda pobre que echaba dos monedas”
Dn 1, 1-6. 8-20; Dn 3; Lc 21, 1-4.
Las cosas pequeñas, como la ofrenda de esa pobre viuda –que puede representar nuestros pequeños sacrificios y oraciones pequeñas– se convierten en grandes obras de arte que expresan nuestra santidad y fidelidad.
Dios no deja pasar desapercibidas esas cosas diminutas, pues solo Dios descubre lo que hay en lo profundo de nuestro corazón, como lo hizo Jesús al contemplar a la viuda del Evangelio.
La generosidad de la esta mujer se convierte en una gran enseñanza para nosotros, seguidores de Cristo. Podremos dar mucho, pero si no lo hacemos con amor, podemos perder el valor y la virtud que tendría nuestro gesto, pues las obras sin amor no tienen peso porque están lejos de Dios.
Más adelante, Jesús nos dará la mayor enseñanza de generosidad y entrega en el más grande acto de amor que pueda existir: dar la vida por aquellos a quienes se ama.
Permítenos, Señor, ser generosos; que nuestras obras y acciones al servicio de los demás estén siempre acompañadas de ese amor y espíritu con el que nos enseñas a ser más humanos y solidarios con los que menos tienen.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Seminaristas del Seminario Vicentino de Tlalpan, Ciudad de México
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