“Cantemos al Señor, nuestro salvador”
1 Mac 6, 1-13; Sal 9; Lc 20, 27-40.
En esta ocasión, en el evangelio, los intelectuales cuestionan lo que no conocen y elaboran astutamente argumentos que oscurecen la luz de la verdad, como una neblina que no permite ver el camino por donde van. Sin embargo, Jesús, sabiendo lo que hay en su corazón, les muestra que Él es el camino, la verdad y la vida. Les indica que quien va en la verdad no caminará en tinieblas y que nadie sabe lo que hay más allá de la vida terrena, pero sí es evidente que lo que nace de la carne es carne y lo que nace del espíritu es espíritu.
Los verdaderos hijos de Dios se preparan y se distinguen de los que son del mundo al llevar una vida virtuosa, haciendo en todo lo que agrada a Dios, llevando a cabo obras de misericordia y purificando sus vidas para ser dignos de estar eternamente en la presencia de Dios.
Cuando el hombre deje de vivir para poseer, dominar, conquistar poder y autoridad, podrá empezar a vivir para Dios y hacer en todo, su voluntad. El hombre tiene la oportunidad de encarnar el evangelio y practicar con el ejemplo las enseñanzas de Jesús y así asegurar, con una fe cierta, que podrá aspirar a entrar al Reino de los cielos, ahí donde Dios Padre con el Hijo y el Espíritu Santo, permanecen en comunión juntamente con los ángeles y los santos que han vivido en esta tierra.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Seminaristas del Seminario Vicentino de Tlalpan, Ciudad de México
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