“Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios”
Jl 4,12-21; Sal 96; Lc 11, 27-28
¿No fue Cristo injusto o por lo menos descortés con su madre? Escuchamos a aquella mujer del pueblo alabando a María por haber llevado en su vientre a Jesús, por haberlo dado a luz y haberlo amamantado. A simple vista la respuesta podría parecer que sí fue injusto, pero si lo pensamos mejor, concluiremos que lo que en realidad buscó y logró con esa respuesta, fue que María no fuese alabada y querida por el hecho físico de llevar a Jesús en el seno y alimentarlo, sino por algo infinitamente más grande: cumplir la voluntad de Dios y perseverar en ella todos los días de su vida.
María, aun siendo madre de Dios, tenía todos los ingredientes para no ser feliz: mujer pobre, prófuga en Egipto con un niño recién nacido, viuda en plena juventud, solitaria en un pueblo, con un hijo al que los poderosos desprecian y buscan su muerte. Y lo más impresionante, su propio hijo la abandona y aparentemente la infravalora en público. Pero ella confiaba y guardaba todas las cosas en su corazón.
Que el Señor nos ayude a estar siempre atentos y abiertos a escuchar su Palabra, a recibirla con fe y cumplirla sin miedo como María, la bienaventurada, porque ha creído en la Palabra y la ha cumplido fielmente.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Guillermina Vergara Macip, AIC México
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