“Ya no son dos, sino una sola carne”
Gen 2, 16-24; Sal 127; Heb 2, 8-11; Mc 10, 2-16.
El Evangelio del día de hoy nos permite hacer una brevísima reflexión sobre la dignidad del matrimonio cristiano y la grandeza de la fidelidad conyugal.
“Desde el inicio de la creación Dios los hizo hombre y mujer; por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos se convertirán en una sola carne. Así ya no son dos, sino una sola carne”. Es fuerte lo que dice el Señor: Los esposos son solo un espíritu, un solo amor, “son una sola carne”. Esta es la razón por la que no se pueden dividir.
Todos guardamos en nuestra memoria testimonios muy hermosos y admirables de esposos cristianos, que han sido ejemplo de auténtico amor y fidelidad conyugal a lo largo de su vida, a pesar de las mil dificultades de todos los días. Más aún, es precisamente en las pruebas donde este amor se acrisola, y el paso de los años agiganta y embellece la fidelidad.
En la Exhortación Apostólica “Amoris Laetitia” el Papa Francisco señala: “Las alegrías más intensas de la vida brotan cuando se provoca la felicidad de los demás en un anticipo del cielo”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Guillermina Vergara Macip, AIC México
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