“Si te escucha, habrás salvado a tu hermano”
Dt 34, 1-12; Sal 65; Mt 18, 15-20.
Amar, perdonar y acompañar son tres experiencias fundamentales que el Señor realiza con nosotros siempre, y de la calidad con que las vivamos, depende nuestra relación con los demás.
Amar también implica perdonar y reconciliar. Pero perdonar no significa dejar pasar las cosas, sin más; requiere de un diálogo, incluso de una amonestación; y la amonestación deberá seguir un proceso, es decir, un acompañamiento de la persona:
~Un encuentro personal, tú a tú.
~Una búsqueda con dos o tres testigos, que aporten otras perspectivas.
~Una presentación ante la comunidad, deseando ayudarle a seguir sintiéndose parte importante de ella.
Y todo, tratando de orientar y no de exponer humillantemente al hermano. Incluso, cuando no ha querido responder a ninguna de estas invitaciones, el evangelio nos sigue proponiendo orar por él. “Si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, mi Padre se los concederá”.
Señor, ¡cuántas relaciones se han desfigurado porque no supimos seguir tu procedimiento de perdón y de reconciliación! Perdónanos, como también perdonamos a los que nos ofenden. Amén.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Erick Fernando Martínez Benavides, CM.
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