“Tranquilícense y no teman, Yo Soy”
Núm 12, 1-13; Sal 50; Mt 14, 22-36.
Después del intenso momento de encuentro de Jesús con la muchedumbre y con los discípulos en la multiplicación de los panes, el evangelio nos sitúa a Jesús buscando un momento de silencio orante con su Padre Dios. ¡Qué diálogos tan renovadores en los que Jesús le abriría su corazón, y el de la gente con la que acaba de compartir, a su amado Padre!
Y después de ese encuentro renovador, ahora camina a paso firme al reencuentro de los suyos, incluso en medio del agua, símbolo, para este relato, de retos y adversidades. “Tranquilícense y no teman, Yo Soy”, parece ser el mensaje que acaba de recibir Jesús de su Padre, en su oración, y es ahora el mensaje que transmite a sus discípulos.
Pedro intenta imitar a su Maestro, pero aún no se experimenta lo suficientemente amado, perdonado y acompañado como para sostenerse en pie. Es fuerte el contraste con los enfermos que, al llegar Jesús a Genesaret, les bastará con tocar el borde de su manto para quedar curados.
Señor, permite que nuestra oración renueve nuestra confianza en ti, para sabernos amados por ti. Amén.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Erick Fernando Martínez Benavides, CM.
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