Nota del autor: Es un poema pensando en el apóstol que sufre y que ha entregado su vida entera a Cristo y su Evangelio.

Dime en la tarde
que tu Reino encontré.
Abrí tu libro y ceñí mi espada,
y entré con los trigales
a este Reino que muele,
que nos conquista y resucita
como ánfora vacía
por las trombas de tu aurora.

Dime en el límite de todo
que a tu Reino ya serví.
Entra fuerte en mi alegría
para irme despojado
de los oros de otros rumbos.
Respóndeme
a lo que tanto he consultado,
desvélate
a lo que tanto yo he buscado.

Enjuíciame en la muerte
según tu norma más alta,
según tu regla, la única,
según el Amor de las llagas,
según tu olvido en mis fallas.
Mira, mi Señor y recíbeme,
pues mi vida, por tu nombre
y por tu Reino, se ha entregado.

P. Pablo González Sandoval C.M
Chile

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