“Que todos vean sus buenas obra”
2 Cor 1, 18-22; Sal 118; Mt 5, l3-16.
«Ustedes son la sal de la tierra, la luz del mundo”, les dice Jesús a sus discípulos mostrándoles la gran confianza que les tiene y las grandes expectativas que alberga sobre ellos.
Y esto es un deseo y es un encargo para nosotros. Jesús nos quiere inmersos en el mundo, activando los resortes del Reino de Dios en medio de nuestra realidad, aportando el discernimiento necesario para leer los signos de los tiempos a la luz del Espíritu Santo, recordando siempre el llamado a la fraternidad que es el único camino viable para el hombre, alentado siempre la esperanza de que las promesas de dicha y plenitud se cumplirán.
Jesús nos imaginó como lámparas que alumbran caminos oscuros, faros que orientan vidas perdidas o confundidas, brújulas que apuntan siempre al norte, al Evangelio.
Que se vean nuestras buenas obras y el mundo recobre la confianza en el hombre y se entusiasme en el proyecto maravilloso del amor fraterno que hará que la vida sea sabrosa, disfrutable, condimentada. Jesús no nos quiere opacos, escondidos, sin sabor ni color. Nos quiere alumbrando, inspirando, animando nuestra realidad.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón S. C.M.
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