“Tomen, esto es mi cuerpo… ésta es mi sangre”
Ex 24, 3-8; Sal 115; Heb 9, 11-15; Mc 14, 12-16. 22-26.
La vida de un pobre campesino comienza muy temprano, a oscuras, porque hay que tomarle ventaja al calor. Un jarro de café caliente lo anima para emprender el camino a la milpa. Cuando el sol se asoma, él ya lleva tiempo de fatiga. A media mañana el cansancio comienza a sentirse, la sed y el hambre se asoman también. Es tiempo de detenerse a la sombra de un árbol y sacar el tesoro que su mujer ha puesto para él: algunas tortillas enchiladas, tal vez alguna sencilla delicia que a veces aparece entre la servilleta bordada con tierno amor. Después del refrigerio y unos sorbos de agua fresca, ya está listo para seguir la brega hasta el final de la jornada, con la energía recuperada y el corazón agradecido.
La eucaristía es el regalo de amor para recuperar las fuerzas y la esperanza en medio de esta agotadora jornada que puede ser la vida. Jesús te dice “come y bebe mi cuerpo y mi sangre…
” Y esta comunión con su vida y su muerte, esta certeza de su amor y su entrega que es la eucaristía, nos devuelven la fuerza para seguir el camino, le dan gozo y consuelo al corazón y abren las puertas de la esperanza para seguir sembrando la semilla del Reino.
Come, bebe, sigue caminando.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón S. C.M.
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