En ti Señor confío. Aleluya
Hech 3, 13-15. 17-19; Sal 4; 1Jn 2, 1-5; Lc 24, 35-48.
Después de la Resurrección, el primer día de la semana fue considerado por los apóstoles como día del Señor. Por eso los primeros cristianos tenían las reuniones litúrgicas en domingo. Y esto ha sido la constante y universal tradición hasta nuestros días.
En este día dedicado a Dios le damos culto especialmente con la participación en la Santa Misa. Ninguna otra celebración llenaría el sentido de este día. La Santa Misa hace presente a Jesús en su Iglesia, a Jesús que se ofrece por todos a Dios Padre en el Espíritu Santo.
Hemos de procurar, mediante el ejemplo y el apostolado, que el domingo sea “el día del Señor, de la oración, del descanso, del recogimiento, del alegre encontrarse en la intimidad de la familia”.
Algunos cristianos tibios piensan que no tienen tiempo para asistir a la Santa Misa, o lo hacen precipitadamente, como quien se libera de una fastidiosa obligación.
Que aprendamos a vivir los domingos como una gran fiesta, y a celebrarlo, de preferencia, con nuestra familia.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Alicia Duhne
0 comentarios