“Digno del infierno”
Ez 18, 21-28; Sal 129; Mt 5, 20-26.
El maltrato (mal-trato) a cualquier hermano es grave, muy grave. Me llama la atención cómo se escandaliza nuestro Señor y lo implacable que es diciendo que cualquiera que se enoje contra su hermano, el que lo trate de tonto, el que lo trate de renegado de la fe… ¡Uf! ¡Que duro es lo que nos espera! Y más me llama la atención el que unos a otros nos tratamos así y peor. ¡Dios mío!
¿Qué nos espera? Y es que todo lo anterior es totalmente contrario a un amor misericordioso como el de Cristo. ¿Quién pudiera estar en el corazón de Cristo para contemplar el inmenso amor por nosotros y lo que ofendemos su corazón cada vez que lastimamos al hermano?
En la Primera Lectura hay unas palabras muy consoladoras: “Si el malvado se aparta de todos los pecados cometidos…”. ¡Qué gran esperanza! Saber que tenemos un Padre misericordioso que solo espera a que nos arrepintamos para devolvernos nuestra dignidad de hijos de Dios.
“Señor, concédenos la gracia de respetar y procurar llegar a amar a nuestros hermanos”. Amén.
“Señor, si no te olvidaras de las faltas… ¿quién podría subsistir?” (Sal 130).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Gilberto Velarde Osuna
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