“Antes de que ustedes pidan, su Padre ya sabe lo que necesitan”
Is 55, 10-11; Sal 33; Mt 6, 7-15.
¿Realmente creo que el Padre sabe, conoce, entiende y comprende mis necesidades? Y si lo creo, ¿vivo mi día a día haciéndolo vida? Si fuera así, entonces mi vida diaria sería plena, confiada en Dios. Aceptaría la cruz de cada día porque confío ampliamente en él, sabría que mi Padre está conmigo y nada de lo que me ocurre le es indiferente, que él tiene un plan de salvación para mí y que, aunque yo no lo entienda por momentos, él sí lo entiende, él sabe por dónde y cómo llegaré al final, a la meta, a buen puerto.
Por eso nuevamente repito: ¿me fio de mi Padre? ¿Lo considero un padre bueno? Jesús tuvo que amar inmensamente a su Padre para fiarse de él, al grado de cargar la cruz y decirle “sí” en cada momento.
Esa confianza nos tocaría a nosotros demostrarla siendo buenos hijos, ¿no crees? Una vida de piedad, reconociendo, agradeciendo y glorificando al Padre en cada momento. Creo que es lo menos que tendríamos que hacer después de abrir nuestros ojos, esos ojos del alma que reconoce a su creador y hacedor y no encuentra palabras para agradecer su perdón, su presencia, su sol, el pan de cada día…
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Gilberto Velarde Osuna
0 comentarios