El perdón sostiene a los amigos
El perdón sostiene a los amigos, como en las construcciones antiguas sostenía el edificio la viga maestra y en las modernas el Hierro de doble T. Sin perdón cualquier grupo de amigos se tambalea, porque siempre habrá tropiezos entre ellos. Pero sentir que somos perdonados es sentir que somos unos amigos que no tenemos en cuenta los fallos, es sentir confianza y apostar por el agresor, haciendo las paces y dándole la mano, pues todos sabemos que somos frágiles, pero que nos perdonamos hasta setenta veces siete; es decir, siempre. Reconocerse pecador deja pasar la aduana al que perdona y le levanta la barrera en la frontera de entrar en un grupo de amigos, porque están reconciliados. Reconciliación es poner de acuerdo a dos personas separadas por las opiniones o los intereses. Acto de conciliación es el primer acto que ejerce el juez en los litigios antes de comenzar el juicio. Conciliar es solucionar una diferencia sin que las partes tengan que ser enemigas; pueden ser amigas. Mientras que reconciliarse es hacer que personas enemigas se hagan amigas. Dos personas pueden reconciliarse, hacerse amigas y continuar en desacuerdo en algunas opiniones o intereses.
La reconciliación propiamente no es perdón. Una persona puede perdonar a otra sin admitirla en su amistad. Ni la tiene rencor ni siente venganza hacia ella, pero tampoco la admite entre sus amigos. La paz es el resultado de la reconciliación y sin reconciliación un grupo de amigos nunca será un Reino divino. Por extensión san Vicente de Paúl habla de reconciliación entre los pueblos, entre el hombre y la naturaleza y con uno mismo (XI, 698s).
Un grupo de amigos puede considerarse una vivienda a la que nada le falta para ser habitada. La llave de la entrada es el perdón. Sin ella nadie puede entrar. Lo enseña Jesús (Mt 5, 23s) y san Pablo lo tuvo presente cuando quiso corregir las divisiones en la iglesia de Corinto y le escribió la segunda carta. Pero el aire que se respira en la vivienda es la dulzura, es el aire fresco que hace agradable la estancia en una casa. Sin el aire de la cordialidad, los moradores mueren asfixiados en el grupo.
Se ha hecho famosa la frase del film “Monsieur Vincent”, cuando san Vicente le dice a Sor Juana: Por tu amor, sólo por tu amor los pobres te perdonarán el pan que les das. Porque el necesitado parece inferior a aquel que le da, y se siente ofendido. La virtud que hace posible la reconciliación es el amor, dice el protagonista del film.
Queremos sentir cercano a Jesús, pero él únicamente viene a donde hay entrañas de misericordia: «En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. (Mt 25,35s). Después de muerto Jesús, lo repitieron sus discípulos Santiago y Juan: “¿De qué sirve que alguien diga tengo fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: «Idos en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta” (St 2,14s); “Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?” (1Jn 3, 17s). Y concluimos que la reconciliación en un grupo de amigos se alimenta del amor a Dios.
El amor produce en los amigos la fidelidad. Fidelidad que no se reduce a permanecer en el grupo, a no abandonarlo, sino que añade una relación cordial con tolerancia, sin querer imponerse a los demás, con sencillez y bondad, sin querer engañar, y con amistad manifestada en un trato cordial.
P. Benito Martínez, C.M.
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