Hemos entrado en el año 2021 y vamos a recorrer 365 días intentando seguir o imitar[1] a Jesucristo para incorporarnos a su Humanidad, aunque cada persona le siga o le imite de modo distinto según sus características y las circunstancias de su vida. El modo distinto de seguirle se lo da el Espíritu Santo no solo a cada persona sino también a cada institución religiosa. Es el espíritu propio, exclusivo de cada institución, que la diferencia de otras. También los vicencianos tienen su espíritu propio, y lo expresan a través de varias virtudes: la humildad, la sencillez, la mansedumbre, la mortificación y el celo por la salvación de las almas, los paúles, mientras que las Hijas de la Caridad expresan su espíritu con la humildad, la sencillez y la caridad; la humildad que las lleva a dominar el amor propio y a considerar a los pobres como sus amos y señores; la sencillez que los sirve sin engaño, y la caridad que las empuja a amarlos hasta morir por ellos (XI, 583s). Animo a la AIC y a la SSVP a asumir también ellos y ellas estas tres virtudes como expresión de su espíritu vicenciano.
La misión de un vicentino no se apoya fundamentalmente en su actividad, sino en el dinamismo del Espíritu Santo. Hace años, evangelizar se reducía a enseñar la doctrina cristiana, hoy se le pide a un vicentino que sea testigo además de maestro, porque el evangelio no es sólo doctrina, también es “acogida cálida a cada persona; cercanía a las necesidades más vitales del ser humano; cobijo a las personas más olvidadas y excluidas; liberación de la soledad y del sufrimiento; acogida y ofrecimiento de perdón; creación de relaciones más justas y fraternas; defensa incondicional de la dignidad de toda persona, amor apasionado a todo ser humano; invitación a la confianza total en un Dios Amigo y Salvador”[2].
Las Instituciones vicencianas presentan tres estructuras que son intocables, porque las puso el Espíritu Santo: sus miembros son seculares o pertenecen al laicado, su labor no es individualista, sino colectiva, comunitaria, y tienen por fin evangelizar y servir a los pobres. Si su labor es colectiva, son los miembros quienes disciernen en común la forma de vivir y actuar, porque, aunque la experiencia espiritual sea personal, no la viven en solitario, sino junto a los demás miembros, guiados por el Espíritu Santo que los ha convocado para un proyecto común. Por ello, si la misión es conjunta, el discernimiento debe ser conjunto.
Sea cual sea su edad y ocupación, los vicentinos tienen que mirar a los pobres con humildad sacrificada, sencillez bondadosa y caridad ardiente como los miraba Jesús. Tanto en la evangelización como en el servicio a los pobres los métodos y las técnicas son importantes, pero no prioritarios; lo esencial es el espíritu de Jesucristo que capacita para dar nuevas respuestas a los problemas nuevos de la nueva sociedad, pensando como Jesús, amando como él, viviendo como él, compadeciéndose de los que sufren como se compadecía él. Si durante esta epidemia no se produce una renovación capaz de afrontar con valentía el contagio del virus o el frío helador de la borrasca Filomena, la Familia Vicenciana se expone a diluirse en formas comunes alejadas del espíritu que le pusieron, san Vicente de Paúl, santa Luisa de Marillac y el beato Federico Ozanam con sus seis compañeros, de acuerdo con el carisma de fundación que recibieron del Espíritu Santo.
P. Benito Martínez, CM
Notas
[1] Modernamente ha brotado una discusión tonta: si se debe preferir seguimiento a imitación. Tonta, porque ya san Agustín exclamó hace siglos: “Quid est enim sequi nisi imitari?” Pues ¿qué es seguir sino imitar? (De sancta virginitate, 17).
[2] EGIBIDE, Proyecto Pastoral La animación pastoral del Proyecto Educativo, Vitoria–Gasteiz, 2014.
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