En España hemos comenzado el año 2021, juntamente con los dos millares de inmigrantes que han llegado a Arguineguin en el sur de Gran Canaria y piden comprensión y tolerancia a los que los acogen, mientras que estos piden a los que llegan que respeten la cultura y el modo de vivir del lugar en que se instalan. El gobierno no quiere convertir las islas canarias en la puerta de entrada a Europa y solo traslada a la Península a los vulnerables, y estos nos piden que los acojamos con todo respeto, aunque sean de color diferente, de distinta cultura o hayan nacido en otro país. Se necesita comprensión y humanidad en estos tiempos en los que aumenta el derecho a emigrar a otras naciones y regiones huyendo de las guerras y el hambre o en busca de trabajo y bienestar. Se habla mucho de que este movimiento migratorio es un negocio de mafias que cobran a cada persona hasta 6.000 € por pasarla a Europa. Pero los vicentinos tenemos que afrontar el hecho de que hay personas en peligro de morir ahogados, si no se las socorre. Inmigrantes, congelados por este temporal extremo de frío y contagiados de la despiadada pandemia de coronavirus piden que tengamos paciencia y aguante con su situación. Los vicencianos debemos distinguirnos en estas calamidades por echar continuamente una mano a todo ser humano que sufra el frío, la enfermedad o la extranjería.

Nacemos y vivimos dentro de una familia y también de una sociedad con derechos y obligaciones hacia los demás, sean nativos o inmigrantes, estén sanos o contagiados, sean vicentinos o no, aunque tengan ideas y comportamiento diferentes. Todas las ramas de la Familia Vicenciana quieren ser respetuosas con todos, y sus miembros consideran un insulto que se los tache de intolerantes. No son xenófobos y acogen a los inmigrantes como a hermanos necesitados. El color distinto de la piel no les repugna ni los aíslan por ser de otra raza. Se compadecen de la situación de muchos “sin techo” en medio de este frío polar que se acurrucan en cualquier rincón de la calle envueltos en una manta sucia o entre cartones que han tirado los comercios, y reclaman que se les abran las parroquias y otras iglesias para poder calentarse un poco. Respetan el comportamiento de muchos contagiados del virus y no los rechazan a ellos ni a quienes los cuidan. Tampoco rechazan a los inadaptados sociales, aunque les piden que también ellos procuren adaptarse y no molestar. La sociedad no permitiría ir contra los derechos humanos de los pueblos y de las personas, declarados intocables por las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948. Por ser cristianos, los vicencianos tienen, además, un motivo más trascendental: todos los hombres son hijos del mismo Padre, hermanos redimidos por Jesucristo y acogidos por el único Espíritu del Padre y del Hijo. Y, por ser continuadores de san Vicente, de santa Luisa o del beato Ozanam, sienten que la mayoría pertenecen a las clases pobres.

Los vicentinos auténticos, aunque estén preocupados por la borrasca Filomena, el covid 19 y las migraciones, no olvidan y rechazan sin ambages la violencia de género y defienden la igualdad entre hombres y mujeres, entre esposos y esposas, así como entre padres e hijos, pero teniendo en cuenta que los hijos menores de edad tienen una dependencia especial con los progenitores o tutores. Todo hijo de cualquier edad debe su existencia a sus padres y entraña unas relaciones características con sus hermanos y familiares.

Es el momento de pensar en la nueva situación que ha creado el hielo de la borrasca, la situación de los inmigrantes y de los “sin techo” y el covid-19, para tomar alguna decisión que ayude, sobre todo, a mejorar la situación de los pobres. Al dialogar sobre la nueva situación, es importante no querer imponer nuestro criterio y saber respetar las ideas y comportamientos de los demás.

P. Benito Martínez, CM