“Descúbrenos, Señor, al Salvador”
Mal 3, 1-4. 23-24; Sal 24; Lc 1, 57-66.
Recordemos que San Lucas, en sus primeros capítulos, nos va presentando la vida de Juan el Bautista, el precursor del Mesías, y luego nos presenta ya a Jesús, el Cristo y Señor. Une de tal modo la historia de ambos, hasta que hace que el primero abra paso al segundo y le deje todo el camino libre.
En el mundo judío, como en muchas de nuestras familias también, el primer hijo recibe el mismo nombre que el padre, así como éste recibió el del abuelo, y así sucesivamente, hasta conformar una dinastía. Bien, pues el papá del Bautista llevaba por nombre “Zacarías” y era sacerdote, así que su hijo debería llevar el mismo nombre y ser también sacerdote. Sin embargo, el evangelista nos está diciendo que, con este niño, está concluyendo un ciclo y, de hecho, toda una época, que ya no es capaz de dar más de sí porque ha quedado estéril y muda… Tanto Isabel como Zacarías afirman: “su nombre es Juan”. Y una vez confirmado el surgimiento de este nuevo ciclo, se abre la misión de aquel que será la Voz que clama en el desierto.
Pidamos el saber callar lo que nos aleja de Él y aprender a abrir de nuevo nuestra vida al Emmanuel.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Erick Fernando Martínez Benavides C.M.
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