“El Señor es nuestro Dios”
Jer 30, 1-2. 12-15. 18-22; Sal 101; Mt 15, 1-2. 10-14.
Es increíble que un ciego a veces vea con más claridad que los que tenemos la vista.
Dios, que ve nuestro interior y no lo que aparentamos ante los demás, descubre nuestro pecado, nuestras heridas y se compadece de nosotros, como lo dice hoy el profeta Jeremías.
El evangelio, por su parte, nos recuerda que la fuente de todo lo que decimos y hacemos está en el corazón. De ahí sale nuestro egoísmo, miedo, envida, celos; pero también de ahí sale nuestro entusiasmo, solidaridad, amor, compasión y ayuda.
Entonces, tendremos que ver de qué nutrimos nuestro corazón. Cuando estamos con nuestra familia, amigos, compañeros de trabajo ¿cómo nos comportamos? ¿Ofrecemos alegría y ánimo o críticas, ofensas, dolor…?
Pidamos a San Juan María Vianey, modelo de sacerdotes y patrono de los párrocos, que a ejemplo de él llenemos nuestra vida y nuestro corazón de un amor a Dios hecho vida en la entrega y servicio a los hermanos, luchando por la salvación de sus cuerpos y también de sus almas.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Patricia de la Paz Rincón Limón
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