“Al que tiene se le dará más y nadará en la abundancia”
Jer 2, 1-3 7-8, Sal 35; Mt 13, 10-17.
Jesús explica por qué a la gente le habla en parábolas: porque “viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden”. “Porque han endurecido su corazón.”
En la primera lectura Jeremías recuerda: “Los sacerdotes no hablan de Dios y los doctores de la ley no me conocen, los pastores han profetizado en nombre de Baal y adoran a los ídolos”.
El Señor habla del corazón humano con severidad. Del hombre que ha decidido no escucharlo, no tratarlo como amigo ni dar testimonio con su vida. Habla del corazón que ha cerrado sus oídos a Él, y se ha limitado a cumplir sólo algunos de sus mandamientos, sólo aquellos que implican poco esfuerzo.
En el fondo es soberbia; y cuando estamos llenos de nosotros mismos, Dios no cabe en el corazón ni en la vida. Por esa razón, aunque conozcamos a Dios, si no regresamos a Él de todo corazón, si no lo buscamos como lo primero en nuestra existencia, tarde o temprano lo perdemos.
“Y el Señor es el manantial de aguas vivas”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Carmen Elisa Arteaga Solís
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