“Pues bien, el Hijo del hombre es Señor del sábado”
Is 38, 1-6. 21-22. 7-8; Is 38, Mt 12, 1-8.
Los seres humanos somos seres de costumbres, de hábitos; y nos hacemos nuestras propias ideas y “mañas”. Hacemos las cosas porque “así las hemos hecho siempre”. Eso pasa también con la religiosidad: quizás vamos a Misa todos los domingos, o quizás sólo algunos, y a veces llegamos tarde; a veces rezamos, en ocasiones sólo cuando estamos pasando un momento difícil; rezamos el rosario o nos ponemos una medalla. Pero no estamos llegando a la unión verdadera con Dios, a una amistad profunda, no nos creemos sus hijos, ni nos comportamos como tales.
Jesús nos dice que Él es el dueño del sábado. Para nosotros el domingo es el día del Señor.
¿Cómo vivo el domingo? ¿Realmente es para mí un día dedicado al Señor? ¿Qué tengo que quitar de mis costumbres “religiosas” que no son de Dios?
Para hacer la voluntad del Padre y amarlo es necesario conocer la vida de Cristo en el Evangelio.
Pidamos al Señor que los domingos sean un verdadero espacio para la amistad con Él y con nuestros hermanos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Carmen Elisa Arteaga Solís
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