“Socórrenos, Dios, Salvador nuestro…”
2 Re 24, 8-17; Sal 78; Mt 7, 21-29.
“No todo el que me diga: «Señor, Señor», entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial.” La conclusión del Sermón del Monte es ésta: amar al prójimo como a nosotros mismos. Dios nos amó primero y nuestra respuesta a ese amor, será esforzarnos cada día por construir nuestra casa interior sobre roca y no sobre arena.
Jesús nos enseña que no debe existir división entre la fe y la vida, entre hablar y hacer, entre enseñar y practicar. Que no nos pase como a aquel niño que, cansado de ver a las hermanas rezar e ir a misa, dijo: “puro Dios, puro Dios”. Este pequeño, en el fondo, tenía razón, ya que nuestra vida no puede ser solo rezar y rezar, sino rezar y actuar, rezar y amar, esa es la verdadera seguridad que el ser humano debe buscar, solo así afirmaremos que Dios es la roca que nos sustenta en la hora de las dificultades y de las tormentas.
¿Hasta este momento de mi vida, que tipo de espacio interior me he esforzado en construir?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Yolanda Elvira Guzmán Yeh, H.C.
Agradezco infinitamente que esté integrado Evangelio y Vida a esta página, es un apoyo muy valioso para la reflexión y oración del día.