“Escúchanos Señor y sálvanos…”

2 Re17, 5-8. 13-15. 18; Sal 59; Mt 7, 1-5.

Hoy la palabra de Jesús es fuerte, nos invita a no ser hipócritas y a mirarnos en nuestra justa medida. El evangelio me hizo pensar en aquel hombre injusto que, después de morir, llegó al cielo y entró a la oficina de Dios. Mientras esperaba a que Dios llegara, se puso unos anteojos que estaban ahí. Miró hacia la tierra y, para su sorpresa, vio a un colega suyo cometiendo una injusticia como las que él hacía. Sin pensarlo, le aventó el banquito en donde Dios descansaba sus pies. Al llegar Dios a su oficina, el hombre le contó todo muy apasionado, con la seguridad de que había juzgado y actuado bien. Pero Dios le dijo:

–¡Ah no! Ahí te equivocaste. Imagínate si yo, cada vez que veo una injusticia en la tierra, me decidiera a tirarles un banquito, no alcanzarían los carpinteros de todo el universo para abastecerme. No mi hijo. No. Hay que tener mucho cuidado con ponerse mis anteojos, si no se está bien seguro de tener también mi corazón. Solo tiene derecho a juzgar, el que tiene el poder de salvar.

Usemos la medida de Dios al hacer un juicio.

¿Cuántas veces he juzgado a mi hermano sin compasión ni caridad?

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Yolanda Elvira Guzmán Yeh, H.C.