«Misericordia, Señor, hemos pecado…»

1 Re 21, 17-29; Sal 50; Mt 5, 43-48.

En el Evangelio de este día hay una frase que llena mi corazón: “Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”. Ésta es una frase que apunta directo a la santidad y nos lleva a mirar al Padre, ese Dios bueno que, sin dudar un momento, hace salir el sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos. Padre que nos da a conocer, en Jesucristo, que su amor es para todos, que no hace distinción de lengua, raza o religión, como lo hacemos nosotros muchas veces; que nos invita a mirarnos como hermanos, a amar a los enemigos, a hacer el bien a quien nos hace el mal.

De esta manera, Jesús nos invita a construir nuestro propio camino de santidad para acercarnos a la santidad de Dios, echando mano de nuestros recursos y creatividad. Pero para lograrlo, necesitamos despojarnos de nosotros mismos, reconocer que hemos fallado y que no podemos ser perfectos en todo, y a apuntar correctamente, “derecha la flecha”, para poder llegar a amar al otro. Esto será posible sólo en la medida que descubramos en el otro a un prójimo, a un hermano, a alguien que, como yo, también es hijo de Dios. Nuestra tarea es parecernos cada día un poquito más a nuestro Padre Celestial.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Yolanda Elvira Guzmán Yeh, H.C.