“No puedes seguirme ahora, pero me seguirás después”
Is 49, 1-6; Sal 70; Jn 13, 21-33. 36-38.
El momento es confuso, como bien lo ha plasmado Da Vinci en su famosa pintura de la última cena. Jesús acaba de anunciar que uno de sus discípulos lo va a entregar, hay quizás indignación, incredulidad, sospecha, oscuridad… ¡es de noche! ¿Qué hay en el corazón acelerado de cada uno? ¿Qué hay en el de Judas Iscariote? ¿Qué pasa en nuestro corazón cuando vemos todo negro, cuando nos desesperamos ante los problemas y dificultades inherentes a nuestra humana naturaleza?
Podemos hacer dos cosas:
- “Entregar” a Dios, renunciando a Él y culpándolo por su silencio, o bien,
- Entercarnos en seguirle como discípulos que se fían de su Maestro porque lo han acompañado entre tropiezos y caídas hasta la cruz, han sido testigos de su resurrección y han sido colmados de su espíritu.
Excepto Judas, Pedro y los discípulos optaron por esta última opción, tuvieron que hacer ese camino, y se convirtieron en cimientos de la iglesia naciente. Después les siguieron una inmensa multitud de santos, recorriendo el mismo camino, que nos invitan a ti y a mí a hacer lo mismo. ¿Estás dispuesto? ¿Cómo?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor María del Pilar Méndez Gallegos H.C.
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