Tengo fe, pero dudo, ayúdame
Sant, 3, 13-18; Sal 18; Mc 9, 14-29.
El evangelio de hoy nos cuenta cómo los discípulos no pudieron expulsar al demonio de aquel niño. El poder del mal fue superior a sus fuerzas.
Hoy también hay muchos males que son mayores que nuestra capacidad de enfrentarlos: violencia, drogas, guerra, falta de empleo, terrorismo, etc. Hacemos grandes esfuerzos quizá, pero parece que en vez de mejorar, el mundo queda peor que antes. Y nos preguntamos, ¿de qué sirve luchar? La gente que rodea a aquel niño se desespera.
A la falta de fe y de oración de sus discípulos se debe su fracaso. Cuando los discípulos le preguntan a solas a Jesús ¿por qué no pudimos?, él les contesta. Esta clase de demonios solo es posible expulsarla con la oración y el ayuno. Por su falta de fe. De hecho, fe y oración van unidas, y se relacionan en la vida.
Si hoy existe la falta de oración entre los seguidores de Jesús es por la falta de fe, y esto tanto a nivel personal como comunitario.
Necesitamos la oración ya que la plegaria hace despertar nuestra fe adormecida. Y desde la oración brotará la fuerza para luchar contra el mal. Es urgente mantenernos en pie de lucha contra todo mal, pero con el arma de la oración.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
P. Benjamín Romo cm
0 comentarios