San Vicente escribió al menos 80.000 cartas durante su vida. De Ozanam sabemos que —por lo menos— escribió unas 15.000. ¿Os habéis parado a pensar qué pasaría si Ozanam y san Vicente vivieran en los tiempos actuales? ¿Cuánto habrían hecho con la ayuda de Internet y las redes sociales? Sus discursos y homilías probablemente habrían convertido muchos más corazones. Ellos fueron grandes comunicadores, como nosotros también debemos de ser.
Si no nos sentimos aún preparados para esa misión, todavía tenemos tiempo. Aprovecha los cursos de formación ofrecidos en tu entorno. Pide a los dirigentes del Consejo Central que promuevan cursos de formación adecuados al tema. Busca perfeccionarte en la comunicación, pues así estarás acercándote a las personas, reduciendo distancias, mostrándoles el rostro de Dios y conquistando su santificación.
La comunicación es acortar distancias, es acercar, es crear condiciones favorables para un diálogo provechoso. Los vicentinos están invitados a ser comunicadores natos, pues tenemos un desafío enorme junto a los que sufren, no solo en la prestación de la ayuda material (temporal, efímera), y por supuesto importante, sino fundamentalmente en la asistencia espiritual (renovadora, permanente). O somos buenos comunicadores o seremos meros repartidores de cestas básicas.
Parémonos a pensar: si somos, en ocasiones, la única presencia católica en las periferias o en las obras sociales, tal vez seamos allí el único medio de comunicación entre Dios y los excluidos. De ahí surge nuestra gran responsabilidad, pues actuamos como mensajeros del Evangelio y heraldos de la Caridad. Nuestros gestos, nuestra forma de ser y de actuar… en fin, nuestra manera de atender a los pobres es observada por todos. Por eso debemos estar preparados y plenamente actualizados.
Para saber comunicar, el vicentino debe tener empatía, es decir, saber colocarse en la posición del otro, del receptor del mensaje. En otras palabras: debe saber estar en la perspectiva de quien está recibiendo la Palabra. ¿Estamos usando el lenguaje correcto? ¿Quizás somos excesivamente formalistas cuando leemos el Evangelio en las visitas domiciliarias? ¿No nos volvemos aburridos en algunas ocasiones? ¿Hemos sido modelo de santidad para los que nos observan? En fin, ¿somos comunicadores de Jesús o meros repetidores de las Escrituras? ¿Ven los pobres, a quienes asistimos, el rostro de Cristo en nuestros rostros?
En el proceso de comunicación, hay ciertos elementos que contribuyen a que el mensaje sea perfectamente acogido, sin ruidos ni interferencias. Entre ellos podemos citar la claridad del contenido a ser transmitido (tener dominio de lo que se va a hablar), la facilidad de expresión (hablar de manera accesible y directa, sin ironías o subterfugios) y la capacidad de interactuar (buscando el diálogo).
Parece fácil en teoría, pero en la práctica sabemos que el proceso de comunicación tiene sus dificultades. Por eso, los vicentinos necesitan capacitarse para evitar fallos en la comunicación, especialmente en la visita a la familia carente.
Renato Lima de Oliveira
16º Presidente General de la Sociedad de San Vicente de Paúl
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