“¿Con qué compararemos el reino de Dios?”
2 Sam 11, 1-17; Sal 50; Mc 4, 26-34.
Hoy escuchamos dos parábolas en las que Jesús habla del Reino de Dios comparándolo con una semilla llena de vitalidad o con una semilla de mostaza que, siendo la más pequeña, puede crecer más que las otras plantas y echar ramas, y dar sombra, y anidar a los pájaros.
¡Qué hermosos ejemplos llenos de esperanza y confianza! Nos muestran el proceso paradójico del Reino, que nace humilde, que crece en silencio, desapercibido, sin los reflectores de los noticieros.
A veces lo podemos ver en pequeños signos, en algunos logros de las sociedades, en la gestación de una nueva conciencia sobre los derechos de los hombres, sobre su vocación a trascender. Pero luego vienen las ofertas del “buen fin” y nos invade el furor consumista, viene una caravana de migrantes y renace la intolerancia y el egoísmo, la atención se lleva a otros temas que interesan a quienes quieren controlar las conciencias y el pensamiento de las sociedades.
Pero la semilla sigue creciendo, la levadura sigue fermentando la masa, el Reino de Dios sigue gestándose en lo más hondo del corazón de muchos hombres y mujeres. Poco a poco. Incontenible.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
P. Silviano Calderón cm
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