La búsqueda de orientación y la Familia Vicenciana

por | Ene 24, 2020 | Benito Martínez, Familia Vicenciana, Formación, Reflexiones | 2 comentarios

El hilo que une las perlas de un collar

Comenzamos un nuevo año, 2020, y hay que programar el curso de los meses, pero cómo. Parece que estamos desorientados y hay que encontrar el camino. En el mes de julio de 1644 santa Luisa de Marillac escribía a las Hijas de la Caridad del Hospital municipal de Angers: “No puedo ocultaros el dolor que causan a mi corazón las noticias que he tenido de que dejáis mucho que desear. ¿Dónde está el espíritu de fervor que os animaba en los comienzos del establecimiento y que tanta estima os merecía por parte de los señores directores… ¿Dónde están la dulzura y la caridad que debéis conservar tan cuidadosamente hacia nuestros queridos amos los pobres enfermos? Si nos apartamos, por poco que sea, del pensamiento de que son los miembros de Jesucristo, infaliblemente disminuirán en nosotras esas hermosas virtudes” (c. 115).

Como la mercantil ciudad portuaria de Angers, también la sociedad actual hace que la Familia Vicenciana esté desorientada sobre qué hacer y cómo hacerlo. Y tiene que orientarse. No podemos darnos por fracasados con las disculpas de que ya tengo muchos años o estoy demasiado gastado o vivimos en una sociedad atea y en unos tiempos de incredulidad. Luisa de Marillac, cuando escribe la carta, ya es una anciana de 53 años para un siglo XVII, donde la edad media de las mujeres solía ser 44 años.

Las ramas de la Familia Vicenciana no son perfectas y están obligadas a corregir defectos y fallos para no caminar desorientadas. Cada Vicentino debe orientarse en su vida personal, familiar y social, y ayudar a orientarse a los pobres y a sus compañeros en el compromiso de vivir como cristianos y evangelizar como vicencianos. El mejor servicio que puede hacer la Familia Vicenciana es presentarse ante la sociedad como un grupo en el que todos saben qué hacer para que en su entorno todos sean felices.

Hélder Cámara decía en un poema: “Cuando veo una Comunidad yo no admiro solamente las perlas que constituyen ese precioso collar, admiro sobre todo el hilo discreto que las une”. ¿No será esta la orientación que debieran asumir todos los vicencianos en el collar de la Familia Vicenciana? Tal como están las diversas ramas, ¿es posible trabajar por que todos vivamos unidos? ¿Cómo ejercer de hilo discreto en el grupo al que perteneces para unir a todos los miembros como a perlas de un collar? Es una tarea que santa Luisa pedía a la comunidad de Angers. Una tarea importante no sólo por el descontento que trae la división, sino porque, cuando están divididas, aparecen como personas que tienen dificultades para convivir. Y la gente busca la unión. En la actualidad es importante que las familias vivan unidas y sean modelos y acicate para los jóvenes modernos, que sienten dificultad para vivir en familia.

Los Vicencianos tienen el ministerio de ser modelo y acicate para curar heridas. Entre la gente y en nuestra rama vicentina encontramos personas que llevan en el corazón profundas heridas económicas, morales, afectivas y de rupturas familiares. Unas u otras, todos las tenemos, y si no las aceptamos, podemos proyectar sobre el grupo nuestra amargura. Necesitamos orientar y orientarnos, empezando por ver a todos los demás como personas, con una dignidad que nunca desaparece, aunque tenga fallos o un carácter desagradable que molesta. Lo que más sorprende de Jesús es que, cuando trata a la persona herida por la desgracia o por el pecado, esa persona se siente dignificada. Jesús nunca reduce a la persona a su herida por muy grande que sea.

Actualizar la familia vicenciana

Cuando santa Luisa intentaba que aprobasen la Compañía de las Hijas de la Caridad, considerada como una gran novedad, escribe a san Vicente de Paúl: El señor Procurador General “me preguntó si pretendíamos ser regulares o seculares; le di a entender que no pretendíamos más que lo último; me dijo que era algo sin precedentes. Me manifestó que no desaprobaba nuestro propósito, diciendo mucho bueno de la Compañía, pero que una cosa de tal importancia merecía que se pensase bien. Yo le manifesté alegría por oírle expresarse así y le rogué que, si la cosa no lo merecía o no debía continuar, la destruyese enteramente; pero que, si era buena, la estableciese sólidamente y que este pensamiento nos había hecho ensayar por lo menos durante doce o quince años, durante los cuales, por la gracia de Dios, no se había presentado ningún inconveniente. Me dijo: déjeme pensarlo, no le digo que durante meses, sino unas semanas” (c. 320).

A partir del final de la Segunda Guerra Mundial (1945), daba la sensación de que la sociedad había logrado su autonomía sin necesidad de religiones y subordinaba la fe a las realidades terrenas. Este alejamiento de la religión llevó al Concilio Vaticano II a proponer modernizar el cristianismo, y se formuló el aggiornamento o “puesta al día” de la Iglesia. Pero en 1978 es elegido Papa san Juan Pablo II y la Iglesia dio un giro radical, tratando de cristianizar la modernidad y no de modernizar el cristianismo. Ya no vale el aggiornamento sino la “nueva evangelización”.

La preocupación por que lo espiritual influya en la vida, lleva tiempo cuajándose en el mundo civil, como dijo Malraux “el tercer milenio será espiritual o no habrá milenio”. Pero es la religión musulmana, practicada por una mayoria de creyentes, la que va dominando al mundo, mientras que la religión católica encuentra oposición o indiferencia, sobre todo entre los jóvenes. ¿Cuál es el papel de la Familia Vicenciana en la sociedad moderna?

En la sociedad actual la Familia Vicenciana se sostiene sólo por su fe, su vocación y su misión. En medio de un mundo incrédulo su proyecto de instaurar el Reino de Dios causa irritación, burla o desprecio. Sin embargo, si su carisma es ayudar a los pobres con sinceridad y humildad, no ha perdido novedad. Lo que el Espíritu reveló a san Vicente, a santa Luisa y al beato Ozanam era algo evangélico y permanente. Implantar el Reino de Dios en el mundo de los pobres es una necesidad urgente, pero con nuevas actividades y nuevas actitudes, porque el mundo cambia veloz. El cambio que pretende el Papa Francisco en la Iglesia es acudir a las periferias y la Familia Vicenciana debe escucharle y acudir a esas periferias con la urgencia con la que se va a apagar el fuego.

Es fácil pensar que la Familia Vicenciana no puede hacer mucho para aliviar la situación de pobreza, que el remedio es de política social del estado. Sin embargo, podrá hacer mucho, si tiene la fuerza de choque que tuvo san Vicente de Paúl en 1617, cuando descubrió la pobreza y el hambre de los campesinos y fundó las Caridades de Señoras (AIC), cuando vio que los pueblos estaban sin curas, mientras abundaban en las ciudades y fundó la Congregación de la Misión para evangelizarlos y, con santa Luisa, las Hijas de la Caridad para crear escuelas y enseñar a las niñas. La misma fuerza de choque que tuvieron en 1833 Manuel Bailly, Federico Ozanam y sus compañeros universitarios para promocionar y evangelizar a los obreros, y crearon las Conferencias de San Vicente de Paúl (SSVP).

Movimiento profético

La Familia Vicenciana parece desorientada, pero es profética y mesiánica desde sus orígenes. Aunque admiradas por la corte, los nobles y el pueblo, ya en sus orígenes las Hijas de la Caridad encontraron dificultades. Por vestir al estilo de Paris, en otras regiones se burlaban de ellas, los hombres las trataban como a solteras peligrosas y ellas se consideraban personas de categoría que manejaban dinero, de tal manera que santa Luisa escribe a san Vicente: “Siento que las Hermanas ya no son tan apreciadas ni queridas, que se las trata con más dureza y en algunos lugares se las vigila por desconfianza. Esto me hace pensar en la necesidad de que las reglas obliguen siempre a la vida pobre, sencilla y humilde, por miedo a que otra forma de vida obligaría a buscar medios para vivir mejor; y ya hay algunas que dicen que este tocado y este nombre de Hermana, no dan autoridad, sino desprecio ante la gente” (c. 721). Aunque por otros motivos, como son la irreligiosidad y el anticlericalismo, también hoy los jóvenes y las jóvenes necesitan coraje para superar las burlas que escuchan al manifestar que pertenecen a una rama de la Familia Vicenciana. Y por esta realidad no debiéramos hablar de crisis de vocaciones en la Familia Vicentina, sino de crisis de su misión profética, de saber para qué existe y cómo ejerce su misión.

En la primera mitad del siglo XX, la Familia Vicenciana era la organizadora predominante de las obras caritativo-sociales en España y en otras naciones. En la actualidad es una minoría que busca y necesita encontrar la nueva misión que el Tercer Milenio asigna a los Vicencianos: ser profetas con un papel de choque correctivo, de innovación, de ejemplaridad y de acicate revulsivo.

Papel de choque correctivo para que la sociedad viva a Dios, esté atenta a la pobreza radical que tanto impacta en las gentes y denuncie con valentía las injusticias y la explotación laboral. Papel de innovación, como san Vicente que rompió con el sistema de clases sociales e incorporó a la mujer a la labor caritativo-social, y como santa Luisa que supo crear nuevas formas de vida comunitaria y responder de manera nueva a las llamadas del mundo de los pobres. Papel de ejemplaridad, siendo comunidades de oración dedicadas al servicio material y espiritual de los pobres y no unas ONG dedicadas exclusivamente a un servicio material. Porque, si es cierto que sin servicio corporal no hay Vicentino, tampoco lo hay sin servicio espiritual. Modernamente la religión ya no es para los hombres, ni siquiera una cuestión privada; les es indiferente, prescinden de ella y la Iglesia no les dice nada o les llena de dudas. Un acicate revulsivo dentro de la Iglesia siempre lo ha ejercido la Familia Vicenciana, obligando a la Santa Sede a tener en cuenta a las congregaciones seculares y a los seglares como parte activa en la evangelización y en la acción social. Pero hoy parece que hemos perdido esa faceta de innovación, asimilándonos a otras congregaciones y perdiendo un tanto la propia identidad. La Iglesia ha llegado a institucionalizar exageradamente el servicio a los pobres, centralizándolo en Caritas parroquial y diocesana, y arrinconando el servicio privado de persona a persona que impulsaron san Vicente de Paúl y el beato Federico Ozanam por el calor que supone el contacto de las personas.

La Familia Vicenciana tiene que responder a las nuevas llamadas del mundo de los pobres (migración, tráfico de mujeres, de niños, explotación de obreros, contagio del SIDA), porque la Familia Vicenciana nunca ha sido anticuada; siempre ha sabido dedicarse a mejorar la situación de los pobres, aunque avanzara a contracorriente. Su función profética despierta admiración, pero también antagonismo, porque su comportamiento molesta más que las palabras y es un fastidio para la estabilidad de los ricos que pretenden que todo siga igual.

Movimiento mesiánico

La familia Vicenciana puede considerarse uno de tantos movimientos mesiánicos que han nacido dentro de la Iglesia católica a través de los siglos. En tiempo de Jesús había movimientos que esperaban la venida de un Mesías. Unos eran políticos, como los saduceos y los fariseos; otros, como los celotes, eran armados para liberar la nación judía del dominio de los romanos; pero había también movimientos mesiánicos religiosos que daban esperanza a los sectores populares marginados. De estos últimos fueron considerados los movimientos de Juan Bautista y de Jesús.

También hoy existen partidos y movimientos mesiánicos políticos que prometen un futuro esperanzador, su objetivo es el poder; hay también movimientos armados, llamados terroristas, aunque ellos se consideran guerrilleros patriotas o libertadores de su pueblo, y hay movimientos proféticos que se proponen ayudar a los oprimidos. La Familia Vicenciana es uno de estos. Convendría que sus miembros meditaran lo que hizo Jesús con su grupo y cómo lo hizo, antes de lanzarse a socorrer las miserias.

Jesús que pertenecía al pueblo llano inició un movimiento profético anunciando un Reino de Dios que llegase a los pobres. Mientras exista miseria no puede haber Reino de Dios. Era un movimiento popular, considerado peligroso por el sistema establecido que lo persiguió. Los signos que expresaban la peculiaridad de ese movimiento eran: “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva” (Lc 7, 22). Jesús sabía que él solo no podía realizar la revolución y que no perduraría, si no elegía a unos compañeros que fueran por el mundo anunciando la Buena Noticia. A estos discípulos les pidió embarcarse en una aventura peligrosa que podía acarrearles la misma suerte que al Maestro.

Este movimiento nació de una experiencia contemplativa que tuvo Jesús en el desierto, donde sintió a Dios como un Padre presente entre los pobres, mientras que el movimiento de los ricos saduceos decía que Dios estaba en el templo y el de los fariseos, que estaba en el cumplimiento de la ley. Es lo mismo que debe experimentar cada Vicentino en la oración. Sin oración no hay grupo mesiánico, solo una ONG. La juventud tiene que vernos como contemplativos en la acción.

San Vicente de Paúl, santa Luisa de Marillac y el beato Federico Ozanam con siete compañeros pretendieron hacer una copia del grupo de Jesús con los hombres y mujeres que se les unieron. La Congregación de la Misión, las Hijas de la Caridad, la AIC y la SSVP son movimientos mesiánicos parecidos al de Jesús, anunciando el Reino de Dios a los pobres y declarando que la pobreza impide su llegada. Al igual que el movimiento de Jesús, los movimientos vicencianos fueron sospechosos y perseguidos por el estamento oficial civil y eclesiástico. Mazarino receló de san Vicente y la Compañía de las Hijas de la Caridad tuvo dificultad para ser aprobada por la Iglesia y el Estado. La AIC fue impedida en Macon y la SSVP creció en medio de la incredulidad.

Los fines de todos los movimientos vicencianos son la liberación, promoción y evangelización de los pobres, debido también a una experiencia divina que tuvo san Vicente durante varios años, considerada como una duda de fe, que se materializó en Folleville, Châtillon y en el encuentro con Margarita Naseau. La mujer más importante en los grupos femeninos vicencianos, Luisa de Marillac, había llegado a la misma conclusión también después de una experiencia contemplativa llamada “Noche mística”. Y la SSVP es el resultado de unos estudiantes dedicados al estudio y a la oración.

Cuestiones para el diálogo

¿Nuestras obras actuales causan admiración en la gente? ¿La sociedad ve a los Vicentinos inseparables de los pobres a los que nadie quiere ir? ¿Nuestra presencia es necesaria en las periferias y estamos en ellas? Al actualizar la Familia Vicenciana ¿tienes en cuenta la creatividad y el Carisma? Dialogar sobre la frase ¿qué podemos hacer?

¿Consideras a la Familia Vicenciana un grupo mesiánico y de oración? ¿Tiene creatividad para atender a migrantes, mujeres maltratadas, niños y adolescentes humillados? ¿Puede crear nuevas obras para ayudar a los pobres?

P. Benito Martínez, CM

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2 Comentarios

  1. Mabel Adriana Tolosa Pierrotti

    Buenas tardes, una pregunta puedo utilizar este texto para compartir con AMM de Montevide-Uruguay

    Responder

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