“Se asombraban porque enseñaba con autoridad”
1 Sam 1, 9-20; 1 Sam 2; Mc 1, 21-28.
Iniciado su ministerio, Jesús se dedica en cuerpo y alma a dos tareas: Enseñar y actuar en favor de los hombres. Es lo que lo vemos hacer hoy en la sinagoga de Cafarnaúm.
Pronuncia palabras que sorprenden a todos (“Porque lo hacía con autoridad, no como los letrados” ) y sana a un hombre poseído por un mal espíritu. La sabiduría y profundidad de sus palabras las une a una acción decisiva, firme, enérgica contra el espíritu que tenía sometido a aquel pobre hombre.
Jesús quiere ver a los hombres libres, dignos, no sometidos a nadie ni esclavizados por nada: ni por la mentira o la ignorancia, ni por las fuerzas del mal. Está dispuesto a enfrentar cualquier poder que vulnere la dignidad del hombre y la hermosura de la vida. Está dispuesto a todo para rescatarnos de las manos de cualquier enemigo.
Nunca más el hombre deberá ser presa de los lobos, ¡ha llegado el Buen Pastor!; nunca más deberá perderse en la vida, porque aquí está quien es el Camino verdadero.
Los habitantes de Cafarnaúm presentían el inicio de una nueva era. Su corazón y sus ojos se lo decían: ¡Algo nuevo está naciendo! Y era sólo el inicio de todo. En Galilea, en la periferia.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
P. Silviano Calderón cm
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