“Bendito seas para siempre, Señor”
Dn 2, 31-45; Dn 3; Lc 21, 5-11.
Continuaremos en los próximos días el largo discurso que Jesús inicia en el texto evangélico que hoy se nos presenta.
Jesús enumera varias señales para ayudar a leer los hechos, para ayudar en el discernimiento y así aumentar en los hombres la esperanza.
Lo esencial del discurso está en dos advertencias:
1º. No dejarse engañar por falsos mesías, no dejarse paralizar por el miedo.
2º. Vivir el tiempo de la espera como tiempo del testimonio y de la perseverancia. La advertencia de Jesús es siempre actual: “Miren, no se dejen engañar”. Es una invitación al discernimiento, la virtud cristiana de comprender dónde está el Espíritu del Señor y dónde está el mal espíritu.
¿Cuál es la consecuencia? Que nos alejemos de una pasividad estéril, que se queda en los cuentos de terror. Que vivamos velando como siervos fieles cumpliendo como el soldado que tiene una misión en la vida. Sólo a los que no se apasionan por su misión les queda tiempo para aterrarse por el fin del mundo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Carolina Flores H.C.
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