“Bendito seas para siempre, Señor”
Dn 1, 1-6. 8-20; Dn 3; Col 1, 12-20; Lc 21, 1-4.
Hoy el evangelio nos dice que Jesús elogia a una viuda pobre que sabe compartir más que los ricos. La enseñanza del gesto de la viuda sigue siendo muy actual. Muchos podemos pensar que esas dos moneditas no iban a servir para nada, pero Jesús tiene criterios diferentes. Al llamar la atención de los discípulos hacia el gesto de la viuda enseñó, y nos enseña a nosotros hoy, dónde está lo esencial: en el compartir.
Dar limosna es una manera de reconocer que todos los bienes pertenecen a Dios y que cada uno somos sólo administradores de esos dones. La tendencia a la acumulación es muy fuerte y la conversión muy necesaria.
La exigencia de Jesús sobre el uso de los bienes es frecuente en los evangelios. La práctica del compartir y de la solidaridad es una de las huellas dejadas por el Espíritu Santo en las comunidades primitivas. “No había entre ellos ningún necesitado…” (Hech 4, 34-35).
Para aprender el camino del Reino volvámonos alumnos de aquella pobre viuda que compartió con los demás hasta lo necesario para vivir.
“¡Los pobres son nuestros amos y maestros!”, decía San Vicente de Paúl.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Carolina Flores H.C.
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