“Que todos los pueblos aclamen al Señor”
Ez 47, 1-2. 8-9. 12; Sal 45; Jn 16, 1-8.
Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén, iba a comenzar su ministerio público. Lo que encuentra en el templo lo violenta: Los ladrones lo habían ocupado realizando allí sus negocios y los sacerdotes trataban a los que venían a adorar a Dios como usuarios de un mercado del que tenían la exclusividad. Se asentaba allí la corrupción y el afán de poder.
El profeta Malaquías había dicho: “¿Quién podrá mantenerse en pie cuando aparezca? Pues él es como el fuego de una fundición y como la lejía que se usa para blanquear” (3, 2).
Hoy sigue habiendo “mercaderes en el templo”. Cada uno de nosotros somos un templo del Espíritu Santo y es bueno recordarlo hoy, fiesta de la dedicación de la primera Basílica que hubo. Hay muchos templos que están siendo profanados y reconocemos que la denuncia de Jesús sigue vigente.
Estas situaciones ¿suscitan en nosotros la pasión por lo que es sagrado: cada ser humano?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Carolina Flores H.C.
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