“A ti, Señor, elevo mi plegaria”
Rom 11, 30-36; Sal 68; Lc 14, 12-14
A quien quiere seguirlo, Jesús le pide amar sin esperar recompensa. Estamos invitados a algo superior, con la mirada puesta en Él.
No es común compartir la vida, el tiempo… con las personas desconocidas y además en situaciones de carencia. Lo común es compartir con los amigos, para pasarlo bien. Eso es pensar en sí mismo. Quien tiene atenciones con alguien, esperando recibirlas a cambio, está pensando también en sí mismo, en lo gratificante que es recibir compensación por lo que hacemos.
¿No será cierto que hay más felicidad en dar que en recibir?
Nos cuesta desprendernos de nuestro tiempo, de nuestros bienes, de nuestros talentos como si no los hubiéramos recibido de quien da belleza hasta a las flores del campo, de quien da alimento hasta a las aves del cielo.
Humildad y generosidad para servir, confiar más en la Providencia de Dios y crecer en el amor a los demás, cambiaría el sentido de nuestra vida.
¿No nos estará pidiendo El Señor mayor pasión en estas actitudes de santidad?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Carolina Flores H.C.
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