“Tengan cuidado con toda avaricia”
Rom 4, 19-25; Lc 1; Lc 12, 13-21.
Esta parábola describe al hombre que coloca su propia seguridad en la acumulación de bienes. Es la actitud opuesta a la del discípulo que pone su seguridad en el Padre (Lev 12, 22-34).
Nuestra vida no está fundamentada en los bienes materiales sino en Aquél que nos los regala. La sabiduría de Dios nos lleva a satisfacer nuestro corazón en la relación íntima con Él y en la convivencia con nuestros hermanos. Éste es el verdadero tesoro.
En esta parábola se resalta la dependencia del hombre necio que no conoce la paternidad de Dios. Se mueve por el miedo a la muerte, pues la primera cosa que hace para salvarse es asegurarse la satisfacción de sus necesidades primarias. Con ello se hace dependiente de la vida que tiene y no de Aquél que le da su verdadera identidad. Olvida que es hijo de Dios y que no debe sustituir al Padre con las cosas que Él le brindará.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Antonio G. Escobedo Hernández C.M.
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