En las frías noches de Bogotá pueden verse grupos de seis personas buscando a las más de 9 500 personas que, según cifras oficiales, duermen en las calles de la capital colombiana. Bajo la coordinación de Sor Nohemy Sánchez, las Hijas de la Caridad y laicos llevan ya 22 años trabajando con los más pobres de los pobres en un país marcado por el conflicto armado interno y la desigualdad.
Los grupos salen a buscar a los que Sor Nohemy llama “nuestros hermanos de la calle”. Los forman Hijas de la Caridad, postulantes y laicos de la Asociación Medalla Milagrosa, que buscan acompañarlos y llevarlos un poco de comida caliente. «Salimos buscarlos como Jesús a la oveja perdida, a escucharlos, a hacernos sus amigos y a que nos hablen de Dios», cuenta Sor Nohemy «Los laicos nos dicen que son los pobres los que nos evangelizan». En sus inicios, el trabajo se realizaba en colaboración con la JMV «pero se nos han hecho mayores» y ahoran forman parte de la AMM
«Es una auténtica escuela de formación para mucha gente, las postulantes vienen con nosotras también y es una forma de materializar la doctrina», asegura Sor Nohemy. «Es fundamental ir a ellos porque mucha gente se nos está quemando. Colombia es un país productor, pero también consumidor de droga».
La casa provincial de las Hijas de la Caridad también sirve como centro de día de lunes a sábado bajo el nombre Centro Ambulatorio Medalla Milagrosa (CAMM). «Antes de entrar, se les requisan armas y drogas», explica Sor Nohemy. Una vez dentro, pueden bañarse y cuándo se puede, se les proporciona algo de ropa. «Pero también tiene que ganárselo, les pedimos que limpien el comedor donde se les da el almuerzo y que lo dejen tan digno como ellos se lo merecen».
Por lo menos durante ese breve tiempo que permanecen en la Casa Provincial, no consumen drogas. Para poder alimentarlos, recurren al banco de alimentos de la Archidiócesis de Bogotá. «Siempre hemos recibido el apoyo de la Provincia de las Hijas de la Caridad, de la Congregación de la Misión y de la Archidiócesis».
El Servicio Nacional de Aprendizaje, una entidad pública, acude para organizar talleres de proyecto de vida o sobre manejo de dinero. También han conseguido que el Estado les apoye facilitando el acceso de sus clientes a los servicios sanitarios.
Pero tratar adicciones en la ciudad no siempre resulta fácil. Por eso, desde hace 12 años, las hermanas también tienen una “Comunidad en Diálogo” a dos horas de Bogotá. En grupos de 10 personas, viven en los módulos de una antigua caballeriza donada por una colaboradora de las Hijas, y dónde aplican el Modelo Terapéutico Vicentino-Eclesial.
Inspirada por el trabajo del padre italiano Matteo Tagliaferri, Sor Nohemy pasó tres meses en Italia aprendiendo este enfoque que combina la atención psicológica con la evangelización. “Yo necesitaba un modelo que recogiera la esencia vicentina y lo encontré con el padre Matteo”. El padre y su equipo también viajaron a Colombia para ayudar a poner en marcha la comunidad.
Los beneficiarios son atendidos por un trabajador social y un terapeuta ocupacional. Sor Nohemy, enfermera de formación, también colabora en el aspecto terapéutico y espiritual. El lema de la comunidad es “Amar a alguien significa decirle no morirás”. “Es muy necesario que lo sientan cuando lo dicen, que salga del corazón”, remarca Sor Nohemy.
Más de 30 muchachos ya han pasado por ella algunos han conseguidos becas para ir a la Universidad y continuar su formación. “El aspecto académico también forma parte de ese enfoque integral”. Ahora los pioneros están empezando a ser líderes.
Sor Nohemy ha tenido la oportunidad de explicar este enfoque en encuentros organizados por el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes e incluso al propio papa Francisco en persona.
Todo este trabajo ha sido reconocido recientemente por el Concejo de Bogotá, aunque las Hijas reclaman más apoyo. La provincial de La Milagrosa se ha fusionado recientemente con la de Venezuela, dada la situación del país vecino. Además, la finca donde desarrollan la comunidad de diálogo solo está asegurada hasta mayo 2020.
Están buscando nuevos terrenos donde poder continuar este trabajo. “Tengo un sueño, de buscar un sitio campestre, que sea autosuficiente, que pueda tener una capilla donde los muchachos puedan rezar, donde hacer deporte y los laicos organizar retiros, sé que es un sueño, pero todo también todo este trabajo parecía imposible al principio”.
Si quieres saber más sobre el trabajo de las Hijas de la Caridad en Bogotá, puedes leer aquí el testimonio de Sor Nohemy.
Fuente: https://vfhomelessalliance.org/
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