“Si alguien viene a mí…”
Sab 9, 13-19; Sal 89; Fil 9-10. 12-17; Lc 14, 25-33.
Jesús plantea las exigencias del discipulado: Preferir las cosas del Señor, amarlo más a Él que a la familia, cargar con la cruz, discernir para asumir el compromiso de seguirle, medir las fuerzas, tener en cuenta los recursos para cumplir con la misión y renunciar a los bienes.
Amar más al Señor no significa desentenderse de la familia, por el contrario, para cada discípulo será en el seguimiento de Cristo donde aprenderá a amarla, como Él amó a su propia familia, tanto como para someterse a su autoridad en los primeros años de su vida y sin perder el amor por ellos, dejarles en el momento justo para entregarse por entero a la misión encomendada por su Padre.
Así, Jesús nos muestra el camino: la infancia es el tiempo de aprendizaje de los valores y enseñanza de la primera familia, pero al llegar a ser adultos, nos integramos a una familia más grande y compleja en la que debemos construir una nueva sociedad, basada en las exigencias del seguimiento de Jesús.
Señor, enséñame a amar a mi familia como tú amaste a la tuya, para seguirte con libertad y en fidelidad.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús Plascencia Casillas C.M.
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