“El Hijo del hombre es Señor del sábado”
Col 1, 21 -23; Sal 53; Lc 6, 1-5.
Durante el cautiverio, con jornadas de trabajo de sol a sol, sin descanso, la recuperación del sábado como día de descanso dedicado al Señor, se había convertido en una necesidad ante la amenaza de que el pueblo perdiera la fe y la esperanza.
Su legislación ciertamente prohibía algunos tipos de trabajo (Lv 20, 8-19) pero hay dos formas de acercarnos a toda ley, la primera contemplando lo que la ley prohíbe y la segunda, viendo lo que permite hacer desde su espíritu. Jesús es Señor del sábado porque él ha comprendido como ley suprema la voluntad de su Padre, teniendo como medios la oración, su continua participación en la sinagoga para estudiar la Sagrada Escritura y la contemplación de lo que sucede en el mundo: los que tienen hambre, sed, están enfermos o desnudos, quienes sufren la injusticia o el rechazo. Por eso Jesús puede curar en sábado sin problema. Jesús se convierte en el Señor del sábado al hacer en ese día lo que realmente es agradable para su Padre. Jesús lleva en su mente y corazón las palabras: “Misericordia quiero no sacrificios”.
Señor concédeme escuchar tu voz en la oración, en tu Palabra Divina y en el sufrimiento de los pobres.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús Plascencia Casillas C.M.
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