«Aquel de quien escribieron Moisés Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret»
Apoc 21, 9-14; Sal 144; Jn 1, 45-51.
Esta expresión de fe contenida hoy en el evangelio de Juan, nos coloca ante la Palabra de Dios encarnada en nuestra historia. Es Él de quien hablaron tanto Moisés como los profetas; en Él se cumplen las promesas de Dios, más aún, Él es quien da voz y acción para hacer plenamente presente a Dios en la historia.
Aquí caben todas las confesiones de fe que el Nuevo Testamento recoge, Él es quien había de venir al mundo.
Pero no vino como hombre poderoso, como guerrero o militar. Tampoco como acaudalado terrateniente que no experimentara la necesidad, el hambre, el trabajo, la pena. Todo lo contrario, asumió una condición humilde para mostrar que es en esas condiciones donde mejor se expresa el poder de Dios.
No se predicó a sí mismo. No se puso de ejemplo, no buscó los primeros puestos sociales. Sólo buscó hacer suya la voluntad del Padre para que, viéndole actuar y escuchándole hablar, la gente supiera que Dios estaba con ellos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Emmanuel Velázquez Mireles, C.M.
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