«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Y Amarás a tu prójimo como a ti mismo»
Rut 1, 1. 3-8. 14-16. 22; Sal 145; Mt 22, 34-40.
En camino a la universidad, en tiempos de estudiante, sintonizaba alguna estación de noticias. Había una que tenía una sección sobre asuntos económicos, hombres de negocios, empresas que informaban sobre sus ganancias… la sección se llamaba “don dinero”.
Ese “don dinero” dicta las normas de vida para tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo. “Don dinero” nos dice qué comer, dónde vivir, dónde estudiar, dónde medicarnos, dónde morir… “Don dinero” nos pone precio, le pone precio al agua, a la tierra, a los árboles, a los animales…
Dios, por el contrario, jamás nos coloca precio, nos quiere realizados en la libertad y comprometidos con la vida. Este Dios, y ningún otro, es quien nos pide amarlo con todo lo que nos constituye. Y este amor, indudablemente, nos empujará a amar al prójimo tanto como amamos nuestra propia vida.
Amar es un camino donde nos hacemos, donde nos ofrecemos, donde aprendemos a salvar y salvarnos.
Amar es la única ley, el único mandamiento.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Emmanuel Velázquez Mireles, C.M.
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