«Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas»
Ecli 1, 2; 2, 21-23; Sal 89; Col 3,1-5. 9-11; Lc 12, 13-21.
Las palabras de Jesús tocan las fibras existenciales más sensibles que nos constituyen, nos recuerdan nuestra finitud y contingencia. Son palabras sabias, pero no por ello dejan de chocar con los valores socioeconómicos de nuestra época.
No es algo nuevo decir que la riqueza ofrece casi todo tipo de seguridades. Y para colmo de pretensiones, existen seguros de vida, y un abanico amplio para “preservar” lo que es valioso.
Por otro lado, la acumulación de riquezas en manos de unos cuantos impide que muchos más logren alcanzar lo necesario para vivir. Cuídense de la avaricia, decía Jesús, es decir, necesitamos tomar conciencia de que los recursos son limitados, y nos estamos acabando cada uno de ellos, necesitamos saber distribuir la riqueza entre todos los que habitamos esta casa común.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Emmanuel Velázquez Mireles, C.M.
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