Hch 8,1-8; Sal 65; Jn 6, 35-40.
“Yo soy el pan de vida”
A veces parece que todo ha fracasado, nuestra misma vida puede llegar a perecernos un fracaso, cuando no marcha como deseamos. A los primeros cristianos, seguro les pareció un fracaso la predicación de Jesús, porque al final de cuentas murió crucificado. Pero le dieron “la vuelta a la medalla”, en eso consiste la fuerza de la resurrección: los discípulos cayeron en la cuenta que la muerte de Jesús no fue en vano, él mismo entregó su vida, no sólo en la cruz, sino todos los días. Por eso se llama a sí mismo alimento y fuente de gracia para saciar el hambre y la sed de los hombres. Cuando los discípulos lograron ver eso tuvieron fe y fueron capaces de proclamar a Jesús resucitado.
También se dieron cuenta de que su vida no sería un fracaso, cuando ellos también fueran capaces de entregar su vida por la construcción del Reino. Un verdadero cristiano se esfuerza por entregarse día tras día, en todas y cada una de las obras que realiza, pues reconoce que su vida no fracasará en el servicio, y que solo así participará en la resurrección y en la vida eterna.
¿Dónde está, muerte, tu victoria?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Seminaristas del Seminario Mayor Vicentino de Tlalpan, Cd. de México
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