Desde un punto de vista vicenciano: Vive Cristo

por | May 4, 2019 | Formación, Patrick J. Griffin, Reflexiones | 0 comentarios

La exhortación apostólica postsinodal del Papa Francisco, Christus Vivit («Vive Cristo»), fue publicada el 25 de marzo de este año. Como sabemos, la orientación fundamental de este documento se centra en los jóvenes. En este momento de mi vida, mi ministerio dirige mi atención a los estudiantes universitarios de la universidad de St. John en Nueva York, por lo que he encontrado este mensaje particularmente enriquecedor. La bendición adicional de leerla durante el tiempo de Pascua puede multiplicar su influencia.

Los lectores del material del Papa Francisco se han habituado a esperar algunos giros de expresión coloridos y evocadores, que estimulan la imaginación y piden una reflexión más profunda. Este documento no es ninguna excepción. Con un estímulo fundamental para reconocer a Cristo como «eternamente joven» y siempre vivo, los jóvenes escuchan el llamado «soñar cosas grandes, buscar horizontes amplios, atreverse a más, querer comerse el mundo, ser capaz de aceptar propuestas desafiantes y desear aportar lo mejor de sí para construir algo mejor. Por eso insisto a los jóvenes que no se dejen robar la esperanza» (n. 15). Esta línea captura el espíritu del documento. Reconoce los posibles tropiezos y dificultades de ser joven, pero habla de manera abrumadora de las bondades de su edad para ellos mismos, para la Iglesia y para el mundo. Uno solo puede entusiasmerse al leerlas. El Papa reconoce que “ser joven, más que una edad es un estado del corazón” (34). La Iglesia debe comprender y depender de esta verdad para su futuro.

El Santo Padre llama repetidamente la atención sobre la literatura de sabiduría del Antiguo Testamento que celebra los dones de la juventud (así como los de la vejez); los vincula con las enseñanzas del Nuevo Testamento. Llama la atención sobre docenas de santos, documentos de la Iglesia y las palabras de los Padres de la Iglesia. Incluso hace una conexión maravillosa con Ulises y Orfeo. Diez declaraciones valiosas y reflexivas de este esfuerzo literario podrían fácilmente venir a la mente. Se podría llamar la atención sobre las imágenes de «autos estacionados», «colonización ideológica», «ojos limpios con lágrimas», «noticias falsas» y muchos otros. Cada uno ofrece una enseñanza en contexto y una lección para los jóvenes. El Papa les habla directamente con diversas y apropiadas imágenes.

A lo largo del documento, dos imágenes emergen regularmente. Una trata del mundo digital; eso no debe sorprender a nadie que haya nacido o que viva en este siglo. La otra, sin embargo, la más común a mi parecer, proviene del mundo de la agricultura. Francisco habla de tierra, semillas, raíces y cosecha. Claramente, las referencias bíblicas encuentran un lugar aquí, pero el énfasis va más allá de la realidad que dio origen a la reflexión bíblica. El foco cae sobre la vida, el crecimiento y el fruto. Esta dinámica brinda un alegre aliento y esperanza al apuntar hacia el futuro.

Mi apreciación de la belleza de esta exhortación me invita a leerla nuevamente y a explorar las formas en que puede dirigirse a la comunidad universitaria, de la que soy parte. Sin embargo, el mensaje se dirige a todos nosotros, porque todos tenemos trato, de una u otra forma, con los jóvenes. Escuche la forma en que Francisco ofrece orientación en este sentido. Invita a la reflexión:

El corazón de cada joven debe por tanto ser considerado “tierra sagrada”, portador de semillas de vida divina, ante quien debemos “descalzarnos” para poder acercarnos y profundizar en el Misterio (n. 67).

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